Assange, una piedra en el zapato
Estoy en Ecuador y la noticia de la detención de Julián Assange, el australiano fundador de WikiLeaks –que mantuvo en vilo al mundo con la develación de secretos de Estado que afectaron a muchos grandes gobernantes del mundo– ha caído como una bomba, pero de oxígeno, sobre el gobierno de Lenin Moreno y la mayoría de ciudadanos.
Assange entró en la embajada ecuatoriana de Londres, en el mes de junio de 2012 y el presidente Rafael Correa, su amigo, le concedió el asilo que iba a ser temporal, si no hubiera sido porque los británicos le negaron el salvoconducto para sacarlo de país, durante todo este tiempo.
Con el cambio de gobierno en el Ecuador, la suerte del informante Assange también cambió, al punto de que el actual Presidente de la República no solo le retiró el asilo, sino también la nacionalidad que la adquirió en diciembre de 2017. Así dejó las manos libres a Londres para que lo pudiera arrestar y, eventualmente, extraditarlo a los Estados Unidos.
Cuando Assange empezó las publicaciones en WikiLeaks, era visto como un héroe de la transparencia. Su informante el soldado conocido como Chelsea Manning, lo alimentaba con documentos del Pentágono y del Departamento de Estado norteamericano que había obtenido de manera fraudulenta. Sin embargo, no midió las consecuencias de las mismas, porque en lugar de contribuir a la paz en el mundo, azuzaba un conflicto entre las dos grandes potencias: Estados Unidos y Rusia.
Preso ahora en Londres el alivio es para muchos, de un lado y otro, del espectro político internacional, pero sobre todo, ese alivio se ha hecho notar en Ecuador, porque su alto nivel de vida que llevaba en la embajada de este país lo pagaban sus ciudadanos con sus impuestos.
Ahora se ha sabido, por ejemplo, que hasta para su gato exigía comida y tratamiento de primera, y vivía como un emperador en los 100 metros de la embajada de Ecuador, con herramientas tecnológicas de última generación, desde los cuales podía seguir amenazando la seguridad de Occidente, como de Oriente.
Desde Guayaquil percibimos que los ecuatorianos ahora respiran aliviados, porque para ellos tener a este personaje tan controvertido, no solo les suponía un gasto innecesario y millonario; sino una piedra en el zapato, para sus relaciones internacionales con distintos países de Occidente y Oriente.
Un éxito importante para el gobierno del presidente Lenin Moreno, que el expresidente Rafael Correa, sin embargo, ha criticado duramente.
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