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Ante la desolación, la ilusión

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Desentenderse de la política
Fecha Publicación: 12/01/2023 - 23:50
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Es usual que al concluir un año y empezar otro, cualquier persona más o menos informada, haga un análisis y saque sus conclusiones sobre cómo le fue a su país en el ejercicio fenecido, así como las expectativas para el siguiente.

El enfoque en cuestión es insuficiente, puesto que, en un mundo globalizado, lo que pasa en el resto de él tiene efectos y consecuencias en el orden interno de cada Nación.

En efecto, el ataque de Rusia a Ucrania, bajo el pretexto de sus coqueteos con la OTAN, ha sido devastador y nadie sabe cuándo terminará. La guerra impide suministro de combustibles en cantidades suficientes, ello genera crisis energética y que el invierno europeo sea durísimo, además de la escasez de alimentos como son los granos provenientes de Ucrania, pero lo más duro es la pérdida de vidas y la destrucción de innumerables ciudades.

La guerra civil de Siria tiene más de diez años y ni asomo de terminar, habiendo cobrado más de trescientas mil vidas y no menos de doscientos mil desaparecidos.

El conflicto armado en Yemen también es cruento y destructivo, lo que igualmente sucede en Tigray, componente de Etiopía, sin olvidar los enfrentamientos en Myanmar ni las escaramuzas entre Israel y Palestina, que con altibajos tienen tres cuartos de siglo. Los sucesos violentos en Afganistán siguen su curso, pero en otros países, incluso de nuestro entorno, posiciones y decisiones políticas avivan fuegos.

Otros países, sin intervenir directamente en los conflictos armados, ayudan con recursos financieros e incluso armamento, mientras en otras latitudes se observan maniobras militares que, bajo el supuesto de entrenamiento, son realmente desafíos que pueden incendiar la pradera. Son conocidas las maniobras chinas en los alrededores de Taiwán o las amenazas expresadas a través de los misiles norcoreanos.

Triste por cierto que la ONU no logre la paz en el mundo y, en los lugares en que los conflictos decrecen, se tengan que invertir cuantiosos recursos económicos para la reconstrucción de la infraestructura dañada y la recomposición del aparato productivo y laboral afectado, que en otras circunstancias podrían financiar mejoras para las respectivas comunidades. Francamente es demencial que por un lado se destruya tanto y luego se tenga que hacer costosísimas inversiones para reparar lo dañado y sustituir lo destruido.

Volviendo la mirada hacia nuestro país, en diciembre pasado se nos ha abierto una ventana de oportunidad para superar la crisis política y social en que estamos inmersos, con graves repercusiones también económicas. Esa luz que ha aparecido en el horizonte es la vacancia presidencial de Pedro Castillo y la asunción del mando presidencial por Dina Boluarte, que si se maneja con amplitud de criterio, con ánimo dialogante haciendo que se cumpla la Constitución y la ley y, sin tolerar violencia, nuestro país podrá ir recuperando su sitial, aunado a la satisfacción de las necesidades de los menos favorecidos. Hay un gran reto.