Ante la crisis alimentaria mundial a la vista
La expiración del acuerdo entre Rusia y Ucrania a través de Turquía y las Naciones Unidas pues directamente no firman nada ambos países desde que comenzó la guerra -fue pactado exactamente por un año, que venció el pasado 17 de julio-, para que pudieran salir al mundo las toneladas de granos de cereales para atender la demanda internacional, ha generado alarma en los países, principalmente, los de Europa, y en los más pobres del globo, debido a que, culminado el referido plazo, ha quedado bloqueada la ruta ucraniana por el Mar Negro controlada por Rusia, y que por cierto, habiendo advertido que podría bombardear a las naves que osaran transitar por dichas aguas, sin dubitaciones ya lo hizo en la víspera, incluyendo al propio puerto ucraniano de Odessa.
Normalmente han venido sacando un promedio de 7 a 9 millones de toneladas de granos al mes por esa zona, y si las cosas no cambian en lo inmediato, como en los tiempos de la edad Media en que por la toma del Santo Sepulcro de Jerusalén por los musulmanes liderados por Saladino -era el año 1187, dando inicio a la Tercera Cruzada- los europeos debieron buscar nuevas rutas hacia el Oriente, siguiendo las huellas de Marco Polo, pues si no llegan a ningún nuevo acuerdo, no tendrán otra alternativa que buscar otros caminos.
La reciente arremetida militar rusa parece indicar que presionarán al máximo a Occidente para que sean levantadas las sanciones. Saben de memoria de que la crisis alimentaria está a la vista y lo primero que vamos a ver, como en 2022, será el progresivo aumento del precio de los alimentos y la cadena de producción que ello subyace.
Los rusos, que están muy golpeados porque hasta ahora no han podido decidir la guerra según sus expectativas geopolíticas y menos aún, en tiempo real, como lo habían planeado, hallándose, además, debilitados ante la comunidad internacional al revelarse las vulnerabilidades de su frente interno por la movida de piso que le infligió el grupo mercenario Wagner, no se les ve fáciles como para sentarse en nueva mesa de negociación, y no digo para conseguir la paz, que sería lo profundamente deseado, sino para que fluyan las exportaciones de cereales.
Recuerdo que la crisis mundial de 2022 por la referida subida de los precios de los alimentos, en relación directa al precio del petróleo, y desde luego, de los fertilizantes, que me tocó también atender cuando fui canciller, me llevó a buscar soluciones pragmáticas para liquidarla en nuestro país, por lo que luego de mi conversación telefónica con el canciller marroquí, Nasser Bourita, conseguimos de Marruecos 150,000 toneladas de fertilizantes, dando por acabada técnicamente la crisis como así lo hice saber al entonces presidente Castillo.
A pesar de la hoja de ruta, a la que llegamos con este poderoso país árabe del norte africano, para hacer efectiva su entrega -hasta el transporte de los ansiados fertilizantes corría por cuenta de Rabat-, mezquinamente no se concretó por imponerse, sabe Dios qué otros intereses, que ya no pude descubrir por mi renuncia irrevocable. No esperen que la crisis se agudice. Hay que ser contingentes y prospectivos en política exterior.
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