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Amores perros

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Fecha Publicación: 27/06/2023 - 22:30
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El poeta argentino Enrique Banchs se enamoró de una mujer de mediana edad, compleja y misteriosa. No lo buscó ni lo esperaba. Sucedió simplemente, como el agua en la ducha o los días lunes. Taciturno, le encandiló un modo de andar y una presencia que lo apabulló sin que él se diera cuenta. Apabulló no es aquí un verbo aleatorio sino preciso, porque era un brillo demasiado fuerte para él en ese momento de grisitud y de melancolía.

Ella tenía el pelo un poco largo y los ojos grandes, pero, en realidad, esos datos son irrelevantes, pues, para el caso, él se dejó llevar por una fuerza extraña que lo impelía a mirarla y a quererla. De esa fuerza salieron los versos más hermosos de la lírica argentina y también el más prolongado silencio de un poeta: más de tres décadas desaparecido del mundo, fulminado por ese rayo, cubierto por esa niebla.

De más está decir que ella lo rechazó. Borges resumió su historia con estos admirables versos: “Un hombre gris. La equívoca fortuna/ hizo que una mujer no lo quisiera/ Esa historia es la historia de cualquiera/ pero de cuantas hay bajo la luna/ es la que duele más…”.

Baruch Spinoza, el gran filósofo sefardí, materialista y ateo que sin embargo le hizo decir a Dios lo que ahora diría cualquier teólogo moderno: “No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro... ahí estoy, latiendo en ti”, era un hechicero y como buen hechicero tenía una magia para el amor, para no ser abrasado por su causa: el sortilegio de la renunciación. En un memorable soneto se lee: “No importa. El hechicero insiste y labra/ a Dios con geometría delicada;/ desde su enfermedad, desde su nada/ Sigue erigiendo a Dios con la palabra./ El más pródigo amor le fue otorgado/ el amor que no espera ser amado”.

Entre el enamorado Banchs, que lo esperaba todo y el enamorado Spinoza, que no esperaba nada, hay algunas clásicas diferencias. Banchs, el poeta, lo soñaba todo. Spinoza, el filósofo racional, lo pensaba todo. Una mujer los tocó a los dos y ambos reaccionaron de muy distinta manera. Banchs se entregó a ese fuego y se fue calcinando poco a poco. No sabía que Thibaudet había advertido:

“Querer nos quema, poder nos destruye, sólo saber deja nuestra débil organización en perpetuo estado de calma”. Spinoza, por el contrario, era dueño de todo su amor y no dependía de nadie. Ni siquiera de una mujer de mediana edad y de cabello un poco largo. Estoicos e iluminados creo que tenían esa misma sabiduría.

Enrique Banchs publicó en una modesta edición de 300 ejemplares sus sonetos bajo el título: La Urna. La alusión es obvia: allí estaban guardadas las cenizas de su amor no correspondido. Y también versos memorables y tristes como estos: “Te has ido y no te has ido; te alejaste/ ¡y nunca tan presente como ahora!/ En mi mirada estás cuando te llora/ siempre te llora porque te ausentaste”.

Jorge.alania@gmail.com

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