Alberto Fujimori, entre la gloria y el olvido
El presidente Alberto Fujimori ha dejado una huella indeleble en el Perú. Sin embargo, es una figura polarizante en la sociedad y también lo será en la historia. Sus periodos presidenciales, que abarcaron desde 1990 hasta el 2000, estuvieron marcados por momentos de triunfo, pero también de controversia. Este artículo explora la polarización social y los altibajos de legitimidad del oncenio de sus tres mandatos. Es así: Fujimori, con su obra y su legado, sigue fraccionando a la sociedad peruana. Veamos.
Fujimori logró ganar las elecciones presidenciales a Mario Vargas Llosa, con una campaña de enfoque populista, y obtuvo la victoria ante un electorado que sufría los flagelos de la crisis económica y la violencia terrorista. En su primer mandato presidencial, de 1990 a 1995, implementó una serie de reformas económicas, verdaderas medidas económicas de choque, llamadas “fujishock”, con las que se procuró reducir la inflación y, en general, estabilizar la economía. Sin embargo, esta política también llevó al desempleo y a la pobreza a un sector amplio de la población. Al mismo tiempo, uno de los logros más importantes de Fujimori fue la derrota de Sendero Luminoso y la captura de Abimael Guzmán. Ante este hecho, Fujimori obtiene su punto más alto de legitimidad. Algo más: el 5 de abril de 1992, Fujimori implementa el llamado “autogolpe”, pues disuelve el Congreso de la República y suspende la Constitución de 1993. Esta medida la justificó aduciendo que fue necesaria para combatir la corrupción y el terrorismo. Con lo cual, se ingresó a una larga etapa de autoritarismo. Bien visto, el golpe de Estado de 1992 fue el primer y más importante punto de inflexión de Fujimori, pues parecía que se habría dividido para siempre a la sociedad, en fujimorismo y antifujimorismo.
El segundo gran punto de inflexión de Fujimori fue su primera reelección presidencial, en 1995. Entonces, logró un triunfo electoral por amplia mayoría, y acentuó sus políticas económicas y de seguridad. Sin embargo, esta etapa también estuvo plagada de escándalos de corrupción y abusos de poder. Nuevamente, por un lado, creció la economía; pero, por otro lado, la democracia y los derechos humanos entraron en un serio cuestionamiento. El tercer gran punto de inflexión de Fujimori fue su segunda reelección presidencial, en el 2000. En verdad: esta tercera elección presidencial, y segunda reelección, propició la más grande de sus polarizaciones sociales, y su posterior caída. Se produjo una gran controversia y una gran protesta. Entonces, se denunció que este proceso electoral reeleccionario habría estado plagado de acciones fraudulentas, y la sociedad civil y diversas instituciones nacionales e internacionales presionaron hasta originar una grave crisis de gobierno. Finalmente, sale a la luz pública el llamado “vladivideo”, grabado en una sala del Servicio de Inteligencia Nacional, en el cual el asesor presidencial Vladimiro Montesinos aparece sobornando con dinero al congresista Alberto Kouri para que éste se convierta en tránsfuga, abandone la bancada del partido por el cual fue elegido, y se integre a la bancada del partido del gobierno.
Entonces, Fujimori pasó de la presidencia al martirio: renunció a la presidencia, se asiló en Japón, fue arrestado en Chile, extraditado y encarcelado en Perú casi hasta su muerte. Fue juzgado y condenado por violación de los derechos humanos y por corrupción. También fue indultado. Fujimori es un político complejo, hasta contradictorio. Para unos, es un héroe que salvó al Perú. Para otros, es un dictador que envileció al Perú. Por último, de Alberto Fujimori, se puede decir que el hombre ha muerto; pero el político aún está en la brega, entre la gloria y el olvido.
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