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«Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados»

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Fecha Publicación: 03/02/2024 - 20:10
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Queridos hermanos:
Estamos ante el Domingo V del Tiempo Ordinario. ¿Qué nos dice la Iglesia en la primera palabra del libro de Job? Dice así: “Habló diciendo: ‘El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio’.” ¿Qué servicio?

El servicio es el amor, una cosa muy importante que he aprendido es que el servicio es ser feliz, es un soplo en la vida. Así nos lo dice el libro de Job, que concluye afirmando: “Mis ojos no verán más la dicha”. Es impresionante, es un suspiro, la vida se percibe enseguida, el soplo se nos da, es el insuflarnos del Espíritu Santo.

Por eso, este servicio, hermanos, no podemos amar si no acudimos a la Iglesia, acudimos a la Palabra de Dios. Respondemos con el Salmo 146: “Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados”.

Nuestro corazón está destrozado porque hemos creído ser poderosos. El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados y nos ha revelado qué es ser humilde, sin poder, y nos ha mostrado la verdadera imagen de la felicidad.

En la segunda palabra, San Pablo a los Corintios nos dice: “Ay de mí si no anuncio el Evangelio”. Porque el anuncio del Evangelio es la Buena Noticia para aquellos que están hartos de sí mismos, para aquellos que no aman. Es una buena noticia para el hombre, no podemos dejar de hablar del Evangelio. Por eso, hermanos, lo que más necesita el mundo hoy es el anuncio del Evangelio, que tiene el poder de sacarnos de nuestros pecados, ofrecernos salvación y darle sentido a la vida, poder amar como lo hizo Jesús.

El Evangelio de San Marcos nos relata que Jesús, al salir de la sinagoga con Santiago y Juan, fue a la casa de Simón y encontró a su suegra con fiebre. Jesús la tomó de la mano, la levantó y, sin darle remedios, simplemente con su presencia, se le pasó la fiebre, y ella se puso a servir. Jesús expulsó demonios y curó a muchos enfermos. Importante destacar que Jesús se retiró a orar, reconociendo la necesidad de estar con Dios, y luego siguió predicando, expulsando demonios y sanando enfermos.

Hoy, el mundo está enfermo, pero ¿quién tiene el poder para sanarnos? El Espíritu Santo. Necesitamos ser levantados de nuestra enfermedad, y Jesús nos muestra el camino al servicio. Muchos buscan a Jesús en lugares alejados, en descampados y aldeas cercanas, porque él está allí, dispuesto a predicar, expulsar demonios y sanar.

El mundo necesita este Espíritu Santo para ser testigos de la resurrección, para orar, para servir al hombre y para anunciar el Evangelio.

Que este Espíritu Santo habite en nosotros, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao

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