¿Al son de mi canción?
El Reglamento del Congreso define a los Grupos Parlamentarios (GP) como un grupo de congresistas que comparten intereses comunes, y se constituyen con un mínimo de cinco. Si uno o varios congresistas no pertenecen a alguno de ellos, automáticamente pasan a constituir el Grupo Parlamentario Especial solo para la presentación de proyectos de ley. No pertenecer a un GP trae al congresista diversas limitaciones; no podrán postular a cargos en la Mesa Directiva ni presidir ninguna comisión, no podrán acumular tiempo para el debate con los integrantes de la bancada, ciñéndose únicamente a los cinco minutos que el Reglamento le otorga, y pertenecerá como miembro de las comisiones que resulten sobrantes, luego de la distribución que realicen los GP conforme a la proporcionalidad que tienen en el Congreso.
Es claro que el propósito del Reglamento es unir a los congresistas y romper con el individualismo que cada uno podría tener al momento de llegar al Congreso. La experiencia me dice que algunos nuevos parlamentarios llegan a la Plaza Bolívar luciendo sus votos como trofeo y en función a ello pretenden que su GP baile “al son de su canción”.
Los congresistas al tomar juramento e incorporarse, sea con pocos o muchos votos, son iguales y nadie en más que el otro. Ni el presidente del Congreso es más que nadie ya que él es solo el primero entre sus iguales.
Es decir “el congresista individualista necesita del GP y no el GP necesita al individualista”.
Muchos parlamentarios en nuestra historia parlamentaria de los últimos veinte años, tratando de lucir sus credenciales políticas y académicas, pretendían imponer sus ideas y deseos ante sus bancadas, con el fin de relucir ante los demás, rompiendo de esa manera con la unidad política de su agrupación. Por ello el Reglamento del Congreso incorpora el concepto de GP para que las decisiones políticas sean más ordenadas y también para que los acuerdos políticos puedan tomarse y discutirse tomando la opinión de la agrupación.
El individualismo parlamentario es dañino para la convivencia partidaria. Las personas que ingresan al Congreso deben ajustarse a las reglas de la institución y no al revés. Ingresar al Congreso es saber respetar el voto de la mayoría. Por ello es de vital importancia que el Reglamento de los Grupos Parlamentarios sea claro imponiendo los preceptos de convivencia.