Al borde del golpe
La miopía de la inmensa mayoría de paisanos pensantes es verdaderamente brutal. Convencida de que Dios es peruano, o sabe Dios si alucinando cualquier otra tontería similar, la gente más favorecida de este país prefiere mirar hacia los costados en lugar de ver lo que realmente está ocurriendo en el Perú. “Al final del día, alguien surgirá por ahí para salvarnos”, pareciera ser el raciocinio de estas desconcertantes personas.
Tal vez lo mismo le ocurrió a este espectro social cuando irrumpió el golpista Velasco –a quien esta elite aplaudió en forma vergonzante–, quien después produjo una revolución socialista que arrasó la propiedad privada, violó todos los derechos universales y pauperizó al Perú. Y por supuesto a todos los peruanos. O acaso idéntico les sucedió a los venezolanos, cuando el expresidente Caldera indultó a Hugo Chávez –dos años preso por el golpe de Estado que perpetrara en 1992– y apenas siete años más tarde acabaría siendo elegido por los votos del 56 % de los venezolanos. La historia siempre es la misma.
Los pueblos embobados conducen a la ruina a sus países. Una realidad que estamos viviendo los peruanos desde que el incalificable Humala fue electo jefe de Estado. Inmediatamente después ocurrió lo propio con un improvisado Kuczynski, que alcanzó la presidencia del Perú y quien, mostrando censurable incapacidad como estadista, se rodeó de esta morralla de progre-marxistas cargados de complejos y de odio social quienes, ya instalados en Palacio, arrumaron a PPK y coparon el poder sin haber sido elegidos por el pueblo. Una situación que se ha prolongado con el heredero de PPK, otro monumental incompetente para ocupar la primera magistratura del país.
La consecuencia de tanta necedad de la clase favorecida nacional es que hoy el Perú se encuentra nuevamente en la anomia, al borde del golpismo, y manipulado por una fuerza fáctica –que capitanea la ONG IDL financiada por el multimillonario Soros– que ya controla a la llamada “gran prensa”, a la Fiscalía de la Nación y tiene amenazados a los poderes Legislativo y Judicial. De modo que más temprano que tarde acá habrá de consolidarse aquel golpe de Estado socialista que tenemos al frente. Veamos. La líder del principal partido de la oposición está presa –por tres años– sin siquiera haber sido acusada por un fiscal.
El líder político de mayor trascendencia del Perú acabó con su vida por la salvaje persecución de una fiscalía absolutamente politizada y sesgada. Y los partidos que ambos lideraban o han sido diezmados –apelando al transfuguismo que tanto criticaban los progre-marxistas en tiempo de Alberto Fujimori– o están siendo chantajeados mediante delirantes imputaciones fiscales como organización criminal, lo mismo que sus dirigencias. Es decir, el Perú carece de una oposición autónoma.
Entre tanto el régimen títere de Vizcarra sigue endosando todas sus funciones a los progre marxistas, corriente que apura su afianzamiento entrometiéndose en todos los entes de gobierno. Y semejante golpe de Estado encubierto es aplaudido, precisamente, por el sector más agraciado del país: la gente pensante. ¡Inclusive por la más acaudalada!