“Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él”
Queridos hermanos: Estamos ante el Quinto Domingo de Pascua. ¡Habemus Papam! Es decir: ¡tenemos papá! Una luz para todos los creyentes. ¿Dónde ha situado el Papa la evangelización? Él mismo —que es de Chicago— se ha ido hasta Chiclayo para anunciar el Evangelio. Así que, ánimo, hermanos, hay que humanizar el mundo. ¿Cómo se hace eso? Anunciando el Evangelio.
La primera palabra que nos da la Iglesia este domingo es del libro de los Hechos de los Apóstoles, donde se dice que Pablo y Bernabé volvieron y exhortaban a perseverar en la fe. ¿Cuál es el problema del hombre hoy? Es que necesita escuchar la Buena Noticia, el Kerigma, el anuncio del hombre nuevo, del que ha resucitado.
Por eso termina diciendo: “Hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios.” Y también dice que en cada iglesia eligieron presbíteros y los encomendaron al Señor. Sí, hay que pasar mucho, hermanos, porque esta tierra es pasajera. Nuestro Reino no es de este mundo.
Pablo y Bernabé organizaron la Iglesia en cada lugar donde predicaban, y contaban todo lo que Dios había hecho por medio de ellos. La predicación llegaba incluso a los gentiles, es decir, a los alejados.
Por eso, hermanos, esta predicación que estamos haciendo —también la del Papa— está dirigida a los que están lejos. El Salmo 144 dice: “Bendeciré tu nombre por siempre jamás.” “El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera.” “Tu reinado es un reinado perpetuo.” Es decir, su reinado dura para siempre. Confiemos, hermanos, en este Nombre, en este Poder que no falla.
La segunda palabra, del libro del Apocalipsis, dice que Juan vio un cielo nuevo y una tierra nueva. Vio la nueva Jerusalén, que es la Iglesia, descendiendo del cielo.
Hermanos, esta Iglesia no trabaja por cosas humanas. No es ideología, no es política, no es magia ni nigromancia.
La Iglesia es presentar al hombre el Reino de Dios. Por eso, dice también el Apocalipsis: “Dios acampó en medio de nosotros.” Dios está con ellos, porque Él es firme y hace nuevas todas las cosas. Vio el cielo abierto. Hermanos, estamos hablando de la Jerusalén celeste. Todo lo hace nuevo, rompe la rutina, transforma el corazón.
Y el Evangelio, que es de San Juan, nos dice que cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del Hombre.” ¿Cuándo ha sido glorificado? Cuando ha subido a la cruz. Nos ha amado hasta el extremo.
Y nos da un mandamiento nuevo: “Que os améis los unos a los otros.” ¿Y por qué es nuevo? Porque el mandamiento que Él nos da no es simplemente una norma.
Es la fuerza del Espíritu, el poder de dejarnos transformar por Él. Este es el mandamiento nuevo, esta es la señal nueva: que nos amemos. Esto no lo puede hacer ninguna ideología, ninguna asociación. Esto es un fruto gratuito de Dios. Por eso es gratis.
Decía San Agustín: “Ama y haz lo que quieras.” Eso es lo que me ha dado el Señor. Puedes amar al universo entero, incluso a tus enemigos, porque el Señor te amó hasta el extremo. Este es el gran regalo: invocar a Dios en el corazón del hombre.
Por eso, hermanos, es lo que yo os deseo en este tiempo pascual: que este espíritu sea transmitido a todo aquel que vive y necesita una buena noticia.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, esté con todos vosotros.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao
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