¿Agua para todos?
El desborde excremental de San Juan de Lurigancho es excusa para privatizar Sedapal. Los lobistas mediáticos salivan ante la posibilidad de lograr que sus patrones rapiñen ese último botín. Los teóricos libertarios escupen sobre nuestra inteligencia al sostener que las privadas brindarán un servicio más eficiente, cuando fue la privada Odebrecht responsable de las tuberías que estallaron y convirtieron a San Juan de Lurigancho en una Venecia fecal.
Es inmoral usar la emergencia sanitaria del populoso distrito para impulsar una propuesta mercantilista y arrolladora del derecho humano al agua. Nada garantiza que una empresa privada sea más eficiente y honesta que una estatal. El Perú ya constató cuán podridos pueden ser los privados y cuánto daño causan a la economía nacional. El caso “Lava Jato” lo demuestra. ¿O no?
Los promotores de la privatización del agua deberían informar de que esta no fue exitosa y que sobran los ejemplos de ciudades que recuperaron el control del vital líquido. Entre 2010 y 2015, por ejemplo, ocurrieron más de doscientas remunicipalizaciones del agua. Francia, “inventora” de la privatización, es una de las naciones donde se registraron más “remunicipalizaciones”, hoy París se jacta de haber recuperado su “soberanía hídrica”, de manos de Suez y Veolia. Sobran ejemplos: el Consejo Municipal de la Turín, Italia, aprobó en 2017 la recuperación de la gestión de su agua privatizada dos décadas antes. Berlín, capital alemana, hizo lo propio tras quince años de agua más cara. Un estudio estadounidense mostró que de 214 proveedores, el sector público superaba a las privadas, y es que para estos últimos la eficiencia es lograr más ganancias y no un mejor servicio ni agua más pura y asequible.
El agua debe despolitizarse y no ser asunto ideológico, aquí no hay derechas ni izquierdas. Sedapal, sí, debe profesionalizarse, acceder a fondos multilaterales para mejorar su funcionamiento y ser supervisada. Los privados debieran invertir donde el Estado no puede establecer nuevas plantas de saneamiento y distribución, pero siempre garantizando el menor valor a los más necesitados. Toca a Sedapal, por imagen y justicia, desbaratar a la banda de aguateros que aprovechan emergencias para “tanquear” a precios exorbitantes; y a nosotros privilegiados abogar por tarifas mayores, porque es criminal que llenar una piscina sea más barato que el agua requerida por los más pobres. Por el acceso al agua limpia para todos pago impuestos con gusto. ¿Alguien sabe qué porcentaje va para eso?
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