Acortemos brechas
Para nadie es novedad que la desigualdad, sobre todo económica, ha existido siempre y que es algo que hasta ahora no podemos superar; un pequeño porcentaje de la población tiene tanta riqueza como casi la totalidad de los demás.
Los entendidos sostienen que la desigualdad económica tiene una relación directa con una esperanza de vida más corta, así como la propensión al delito y al consumo de sustancias prohibidas; estos problemas propios de la pobreza también existen en los llamados países desarrollados o del “primer mundo”.
En nuestro país, tanto la izquierda como la derecha -en el ámbito político- consideran que la desigualdad es muy alta y proponen ingresos más equitativos; sin embargo, en el ámbito social, no somos capaces de encontrar un punto medio o un consenso para tomar acción al respecto; es innegable que, a medida que la desigualdad ha ido aumentando en los últimos tiempos, lo mismo ha sucedido con la polarización política.
Hoy en día, tenemos a un país dividido, donde una mitad de la población ve a la otra como brutos o deshonestos; muchos creen que la otra parte no solo se equivoca, sino que constituye un peligro para la nación; así como están las cosas, resulta muy complicado encontrar coincidencias para afrontar la situación.
A lo largo de mi existencia, he podido constatar la desigualdad, en sus diversas manifestaciones, así como los efectos que ésta produce; debemos procurar encontrar una explicación al incremento de la desigualdad y la polarización política.
En el plano personal, siempre nos gusta compararnos con otros o imitar a otros; casi todos nos consideramos que somos superiores a los demás o que, simplemente, hacemos más que los demás; cuando comprobamos que la realidad no es esa, experimentamos una sensación desagradable y empezamos a ver el mundo de otra manera.
En economía, quienes más tienen sugieren recortar los impuestos a los más ricos y que todos se esfuercen y que se hagan responsables por sí mismos y por los suyos; en el otro extremo tenemos a quienes opinan que se debe aplicar más impuestos a los que más tienen y que no se debe hacer el mayor esfuerzo para conseguir el bienestar.
En política, cuando las personas están de acuerdo con nosotros, son lúcidas, y cuando no lo están, pensamos que son imbéciles; esto nos ha llevado a acrecentar la brecha entre ricos y pobres. Una manera de arreglar esta situación es abocarnos al tema; si hemos tenido éxito, es natural que lo atribuyamos a nuestro esfuerzo y trabajo, desdeñando la ayuda que recibimos o un golpe de suerte; solo en la adversidad podemos ver los obstáculos y a quiénes están con nosotros; en la prosperidad, al contrario, pensamos que todo está bien gracias a nosotros mismos y a nuestros extraordinarios talentos; es necesario, entonces, que nos detengamos un momento a reconocer a quiénes están con nosotros cuando tenemos viento en popa, quiénes son los que nos ayudan -o ayudaron- a estar donde estamos.
Ya sabemos el calificativo que reciben quienes no están de acuerdo con nosotros, eso es una muestra evidente de la desigualdad; pongámonos, por un instante, en una posición diferente y así veremos las cosas de una manera diferente; si estamos en el grupo superior, tengamos la convicción de no descalificar ni descartar a nadie, recordemos cómo llegamos a ser lo que somos, qué habría pasado si no recibíamos la ayuda, agradezcamos todo lo recibido; reconocer la ayuda recibida nos dará la humildad necesaria para comprobar que el simple hecho de no estar de acuerdo con nosotros no tiene por qué anular a alguien. El cambio depende de nosotros, sobre todo de quienes tienen el poder, pero ellos son tan responsables como nosotros. ¡Unidos lo podemos todo!
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter e Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.