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Fecha Publicación: 08/01/2022 - 21:00
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Acabamos de salir de la residencial San Felipe, nos dirigimos a Barranco. Allá nos espera el poeta piurano Miguel Ángel Zapata, radicado hace más de tres décadas en Nueva York, catedrático de la Universidad de Hofstra, quien acaba de publicar una antología de poemas de César Vallejo, en España, con Valparaíso, “La iguana de Casandra” con el Fondo de Cultura Económica y “Cancha de Arcilla” con la Fundación Miguel Hernández. Willy del Pozo va al volante. El escritor ayacuchano es presidente de la Cámara Peruana del Libro, director de Ediciones Altazor, el año pasado publicó “Cuarentena, historias para no salir de casa”, con nosotros, viene Alfredo Pérez Alencart, acaso el promotor cultural más importante del momento, director de los encuentros de poetas iberoamericanos en Salamanca.

Alfredo vive en Salamanca hace 36 años; vino a Perú con la noble misión de dejar las cenizas de su compañera en Puerto Maldonado. Hace unos meses presentó en la Feria del Libro de Guadalajara “El sol de los ciegos”, publicado por Vaso Roto; Alfredo retorna a España el próximo 11. Los tres recién se conocen, presencialmente, ahora. Cada uno sabe quién, se respetan, se tienen aprecio, por eso me conmueve este encuentro: la reunión de tres valientes agitadores de la palabra, aquí, en Lima, en la capital de un país que tiene en los hijos de sus regiones la prueba contundente de su riqueza.

Miguel Ángel prepara las celebraciones del centenario de Trilce en Nueva York, Willy del Pozo la primera Feria Internacional del Libro después de dos años sitiados por la pandemia, y Alfredo coordina, incluso en este momento, sobre los invitados al XXV Encuentro de Escritores Iberoamericanos. Los tres escriben, los tres publican, los tres están concentrados en sostener el riesgo por la literatura. Escucharlos es un permanente aprendizaje, se trata de la vida, de hechos concretos, aquí no existe el rumor, la insidia, la plática es positiva, hay proyectos que estamos aterrizando. Nos cruza el espíritu de cooperación, de reafirmación ultramarina. Y eso aplaudo, lo celebro con la emoción de un hombre que a sus nervios lo asaltan sonetos y canciones, un festival para entender por qué insistimos con el fuego.

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