28 años de la COP
Nada puede salir bien si una reunión para frenar el cambio climático se realiza en una de las mayores zonas petroleras del planeta. Menos cuando se le pregunta a una de nuestras lumbreras del congreso, bien modosita ella y de olvidable nombre, que asistirá a esa reunión –ya debe estar allá, más perdida que Pulgarcito–, no supiese que significaban las siglas COP ni de qué trataría la cita.
Y lo mismo ocurre con otros congresistas del planeta, salvo con Bobby Kennedy Jr., un hombre comprometido con la causa ecologista y con una agenda climática razonable.
La COP28, es decir la ‘Conferencia de las Partes’ firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), arrancó el jueves y durará hasta el próximo 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe. Oremos para que esa advocación de nuestra Madre Divina haga el milagro de que la reunión no sea en vano.
Como periodista cubrí cerca de veinte COP, en la que los colegas hacíamos hasta de asesores de los representantes de distintos países, pues habíamos participado en la reunión anterior, la anterior y la anterior y conocíamos bien los acuerdos, los mejores discursos y lo poco avanzado. Así, las cosas los únicos reiteradamente presentes éramos los periodistas y, por supuesto, los activistas que protestan a la entrada de estas conferencias, llegan desde distintas partes del globo exigiendo “soluciones y no declaraciones”.
Vi a jovencitos convertirse en hombres, luego protestar con sus novias y hasta conocí a algunos de los bebés nacidos a lo largo de las casi dos décadas que informé sobre los acuerdos en las conferencias oficiales, cuando lo mejor, lo más lúcido, lo más rescatable eran las propuestas de los activistas, sobre las que informé con más simpatía.
Año tras año, los representantes de los países (las “Partes”) informan sobre el progreso en la implementación de los acuerdos precedentes, negocian nuevos compromisos y definen estrategias para enfrentar los desafíos del clima alterado.
Las COP empezaron en 1995 y los avances han sido ínfimos simplemente porque la economía se basa en el petróleo y pocos quieren que eso cambie; aun así estoy que segura que la única revolución que verá mi generación será el cambio de la matriz energética, y no por voluntad de los Estados, sino por presión de la gente y gracias a los avances tecnológicos.
Más de setenta mil personas acudirán a Dubái, un emirato donde impera la ley islámica –la Sharia–, un emirato sin democracia con una monarquía absolutista. No participarán los dos pesos pesados del problema climático: Joe Biden y Xi Jinping, presidentes de Estados Unidos y China.
Solo el encierro obligado por la pandemia nos mostró cuán limpio es el aire y el cielo, como todo florece, fructifica y se reproduce, cuando salimos de escena. La Tierra le fue legada al hombre para que la cuidase no para destruirla. Alguna próxima pandemia, quizá nos ayude a entender.
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