23 años del atentado que sigue cambiando el orden mundial
Fue el evento planetario de mayor impacto en el inicio del siglo XXI. En efecto, así como la caída del Imperio Romano de Occidente en 476 d.C., la toma del Santo Sepulcro de Jerusalén por los turcos otomanos en 1453, la Revolución Francesa en 1789 y la caída del Muro de Berlín en 1989 marcaron los hitos de la historia universal, el atentado terrorista en las Torres Gemelas de Nueva York y en el Pentágono, en Washington, el 11 de septiembre de 2001, también lo hizo, modificando el decurso del orden mundial.
Ese día, la moral y el orgullo estadounidenses estaban por los suelos. La idea de que Estados Unidos, que sigue siendo el país más poderoso de la Tierra, era invulnerable, se convirtió en un asunto del pasado. Se trató del mayor atentado nunca antes registrado por la humanidad: murieron en total 2,823 personas y 6 mil quedaron heridas. Fueron encontradas 19,500 partes de cadáveres y 291 cuerpos intactos. Las víctimas identificadas llegaron a 1,216. Los niños que quedaron huérfanos por el atentado fueron 1,300, y los bebés que nacieron de mujeres cuyos maridos murieron ese día fueron 17. Unas 1,717 familias nunca recibieron los restos de los cuerpos.
Ese día cambiaron los paradigmas de las relaciones internacionales, y los conceptos de política exterior, seguridad y defensa tuvieron que ser redefinidos, y hoy, por la pandemia de la COVID-19, más aún. El mundo unipolar liderado únicamente por Estados Unidos, que se encumbró con la caída del Muro de Berlín en 1989 –el momento final del mundo bipolar de la Guerra Fría (1945-1989)–, cedía el paso a otro denominado unimultipolar, que para otros era solamente multipolar, donde el propio Estados Unidos debía compartir el liderazgo planetario.
Pero en estos tiempos, el panorama está sobresaltado por el fenómeno de la guerra en Europa del Este, el conflicto en Medio Oriente y la migración internacional, que, junto al terrorismo global, jamás ha sido visto de manera tan visible y penetrante en la agenda planetaria como ahora. Y con estos eventos, surge la emersión de colisiones entre el progresismo y el ultraconservadurismo o el nacionalismo, que explicaré en otra columna con más detalle.
Es verdad que Washington cruzó los continentes y fue a la caza de Osama bin Laden, derrocando al régimen Talibán aliado de Al Qaeda y liquidando al líder terrorista en Islamabad recién en 2009, pero también lo es que el daño ya estaba hecho. El Estado Islámico surgió de las entrañas de Al Qaeda y causó estragos. Aunque no debe ser descuidado, lo único cierto es que desde 2001 el mundo enfrenta el fenómeno del terrorismo internacional como el mayor óbice no convencional contemporáneo, de allí que, desde la teoría de las relaciones internacionales, no debemos perderlo de vista mientras el orden mundial sigue cambiando.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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