Petróleo, estabilidad y gestión inteligente brinda economía y energía
Convertir Talara en política de Estado es clave para proteger la economía ante el petróleo caro.
En los últimos días, el precio internacional del petróleo volvió a subir con fuerza. La razón principal es la nueva ronda de sanciones de Estados Unidos contra las grandes petroleras rusas. Ese castigo busca limitar la capacidad de Rusia de vender su crudo, y ya está generando temor de escasez global. Cuando el mercado anticipa menos oferta, el barril sube.
Petróleo aumenta su precio El Perú depende del petróleo importado. Producimos muy poco frente a lo que consumimos, y nuestra demanda diaria supera nuestra producción nacional. Eso significa que más de 80% de la energía que mueve al país —transporte público y de carga, fletes de alimentos, maquinaria, parte de la generación eléctrica— depende del precio que se fija afuera, no aquí.
Cuando sube el precio del petróleo, sube el precio del diésel y la gasolina. Eso encarece el transporte de alimentos desde las regiones hacia Lima y las demás ciudades, presionando el precio final de la papa, el arroz y el pollo, entre otros. Aumentan los costos logísticos de las empresas, y los gremios de transporte trasladan ese mayor costo al pasaje. Lo que parece un problema “geopolítico” termina convertido en inflación para las familias peruanas.
Talara es una oportunidad
En este escenario de precios altos surge un activo estratégico: la Nueva Refinería de Talara, la más moderna del Pacífico sudamericano. Con capacidad de 95 mil barriles diarios, puede procesar crudos pesados y producir combustibles limpios y de alto octanaje, cumpliendo los estándares internacionales más exigentes.
Su relevancia es clara: Ecuador y Colombia, aunque productores de crudo, carecen de refinerías de esta calidad y deben importar combustibles más caros y menos sostenibles. Talara, en cambio, puede abastecer esa demanda regional, generar divisas y empleo calificado, y posicionar al Perú como proveedor energético confiable en la región. Su ubicación la hace logísticamente más eficiente que las refinerías del Golfo de Estados Unidos para atender los mercados vecinos.
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Además, porque esa exportación de combustibles refinados de alto valor genera ingresos en dólares. Petroperú, a pesar de su situación financiera difícil y de los rescates que ha necesitado, maneja ahí un activo que puede producir caja para el Estado en un momento en que los combustibles están caros. Eso es importante: convierte una crisis global (petróleo caro) en un flujo de divisas para el país.
Qué política necesitamos
El Perú necesita tres medidas claras. La primera es tratar a Talara como lo que es: infraestructura estratégica regional. Petroperú no puede seguir viéndose solo como un problema contable ni como botín político. Con Talara, el país tiene la posibilidad de ofrecer combustibles limpios y de alto o tanaje a la región en momentos de tensión internacional. Eso es seguridad energética compartida.
Para que esa función se cumpla, la empresa necesita gestión técnica, gobierno corporativo profesional y un modelo de empresa pública mixta con gerencia privada, capaz de participar en la explotación del zócalo continental del norte; tanto Talara, a través de explotación secundaria, como la selva tienen reservas no explotadas. No sirve seguir capturando políticamente a Petroperú y luego quejarnos de que “la empresa pierde plata”. Solo así podrá operar con eficiencia, atraer inversión y reducir su dependencia del erario público.
La segunda es usar Talara para sostener una protección temporal en emergencias, sin caer en subsidios permanentes. El Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles ya cumple ese rol amortiguador cuando el petróleo se dispara, evitando que el alza golpee de inmediato al transporte y los alimentos. Con Talara operando, esa ayuda podría financiarse parcialmente con las exportaciones de combustibles premium a Ecuador y Colombia, convirtiendo un subsidio coyuntural en una medida sostenible, no en deuda fiscal.
La tercera es acelerar la exploración y producción propias, sobre todo costa afuera en el norte (Tumbes, La Libertad), donde los estudios geológicos estiman potencial de petróleo y gas relevante. Si encadenamos este potencial, prácticamente confirmado, a Talara, reducimos dependencia externa y bajamos el riesgo país frente a crisis internacionales. Recordemos que con el mismo discurso se vendió La Pampilla por 180 millones de dólares y hoy tenemos el combustible más tóxico de la región porque supuestamente todo lo privado es mejor que lo público.
Esto ya no es un simple “tema del sector Energía”; es un asunto de estabilidad macroeconómica y de gestión pública inteligente. Sin una estrategia nacional que articule producción, refinación y distribución, seguiremos reaccionando a cada crisis externa en lugar de anticiparla.
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