Mario Guevara, escritor: “Revista Sieteculebras murió hace poco en Cusco y no nos acostumbramos”

Mario Guevara Paredes (Cusco, 1956) debe ser, en la literatura peruana, el último sobreviviente de la era Gutenberg o del papel de imprenta. Ante los avances arrolladores de las tecnologías de la información y cuando todo el mundo migra al mundo digital, él fue el último de los mohicanos en mantener una revista cultural -Sieteculebras- en versión impresa, con todo lo trabajoso y costoso desde su fundación en 1991.

En una entrevista con el portal literario Espinela*, Mario Guevara sostuvo que por nada abandonaría el papel. “Resistiremos hasta donde se pueda porque la palabra impresa tiene algo que decir y a nuestro modo de ver, la palabra en negro sobre blanco queda para la posteridad, no ha muerto”, reflexionó en diciembre de 2021.

Hasta que llegó un fatídico 18 de diciembre de 2024: la mala nueva informaba que era el último número de Sieteculebras, después de 33 años de vigencia en Perú y América Latina. De seguro que el escritor cusqueño debe conocer esa frase “los árboles mueren de pie”. En el ocaso de sus vidas permanecen erguidos hasta el final. Llevado esto al terreno humano, es la resistencia ante las peores dificultades, es la dignidad y la nobleza ante el destino inevitable.

Si me atrevo escribir estas líneas, dejando constancia de mis limitaciones, porque no soy crítico literario, es porque conozco a Mario Guevara y algo de su obra caracterizada por la brevedad narrativa, como en sus cuentos, muchos de ellos traducidos a diversos idiomas.

Son pues una suerte de minicuentos, minificciones cargadas de una tremenda fuerza, no a través de relatos de grandes héroes o grandes paradigmas ideológicos o filosóficos, sino del hombre común y corriente, que vive en la marginalidad, a veces banal, como el brichero de gringas.

Sus insumos son entonces el anonimato de esos personajes frente a sus luchas por dejar una huella, aunque sea efímera, con el añadido de que los finales de sus cuentos dejan mucho a la imaginación del lector.

Un aire de familiar

Años atrás leí fragmentos de la poesía de Alejandra Pizarnik (Argentina, 1936-1972). Lo primero que me llamó la atención fue la brevedad de sus versos, de sus poemas, de esas angustias con lucidez espantosa, de sus miedos a la locura y a la vejez, y esa eterna búsqueda de los orígenes de su vida y de su raza judío rusa.

“He consumado mi vida en un instante. La última inocencia estalló. Ahora es nunca o jamás o simplemente fue”.

Es lo que señala la poeta en “El Despertar”. La brevedad de algunos versos de Pizarnik tiene un aire de familia con las minificciones de los cuentos de Mario Guevara. Comparten los dos esa fascinación por la brevedad y la intensidad. La crítica constata que ambos usan la economía verbal para plantear preguntas filosóficas, aunque Pizarnik lo hace desde un lirismo más visceral y Guevara desde una narrativa más contenida.

Como epílogo de los cuentos escogidos de Guevara en su libro Gringas sí, yanquis no** hay un breve ensayo del escritor boliviano Homero Carvalho Oliva titulado “La invención de una nueva narrativa andina”. Este autor ubica la obra de Guevara en la corriente de Antón Chéjov, esa que se concentra en la subjetividad y no en los grandes héroes sino en las vidas ordinarias, donde encontramos las grandes verdades entre la infelicidad banal y la vida trágica.

Carvalho luego enfoca un texto preciso, un microrrelato en el libro de Guevara Matar el Negro (Sieteculebras Editores, 2003). Esa cortedad, esa concisión llega al límite en el cuento “Destino” donde el texto entero dice “Finalmente, no era nadie, pero había sido”.

Para la escritora y editora Beatriz Giovanna Ramírez el citado texto compuesto por solo siete palabras invita a una reflexión filosófica y existencial sobre la identidad, el propósito y la fugacidad de la existencia”. Ramírez considera que “el núcleo del relato es la negación de la identidad (“no era nadie”). (...) El contraste con ‘había sido’ sugiere que el personaje tuvo una existencia significativa en el pasado, pero esta se ha desvanecido, lo que plantea preguntas sobre cómo se construye o se pierde la identidad”.

Se afirma que en la minificción “Destino” y en Matar al Negro resalta la esencia de la obra de Mario Guevara. “Destino” encapsula su habilidad para destilar preguntas filosóficas en pocas palabras, mientras que el libro en su conjunto refleja su interés por personajes anónimos y destinos inciertos.

Escritor, guionista, editor y gestor cultural premiado y laureado varias veces, Guevara va más allá de la cultura andina, de seguro por sus querencias en Venezuela, México, Ecuador y otras latitudes. Es más, su prosa siempre tensionará las contradicciones entre la tradición y la modernidad y las que persisten entre la ciudad y el campo.

Y estamos seguros de que pronto nos sorprenderá con alguna nueva iniciativa cultural. In umbra vivimos quienes consideramos que publicar una revista de cultura en el Perú es cosa de locos.

Obras principales

• El desaparecido (1988)
• Fuego del Sur / Tres narradores cusqueños (1990)
• Cazador de gringas & otros cuentos (1995)
• Usted, nuestra amante italiana (2010)
• Cuentos de selva alta (2016)
• Matar al Negro / 33 cuentos breves (2017)
• Gringas sí, yanquis no / cuentos escogidos (2021)
• _____________________

(*) https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/espinela/article/view/26007/24491

(**) Antología publicada en 2021 por la Universidad Nacional del Altiplano.

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