María de los Ángeles Fornero, escritora: “Confieso que soy una hija de la oralidad campesina”
La destacada autora argentina es una de las invitadas de la VIII Feria Internacional del Libro de Ayacucho.
¿Qué te inspiró a escribir “La mujer que no está” y cómo influyó tu militancia social y cultural en su creación?
La novela está basada en un caso real, la desaparición de una mujer en 2005 en una zona de intensiva producción agropecuaria y buenas tierras en el centro sur de Córdoba. Luego eslabona con otras dos situaciones de mucha resonancia en la provincia: la devastación del monte nativo y la expropiación de tierras a los campesinos ancestrales de esa zona a manos de poderosos, empresarios, terratenientes, políticos y jueces. La novela hipotetiza la desaparición de esta mujer como un feminismo del poder. El patriarcado en su máxima expresión.
En tus escritos combinas elementos poéticos con narrativos. ¿Cómo encuentras el equilibrio entre estos dos estilos en tu novela?
No lo sé. Fluye. Creo que eso anida en una matriz campesina. Siempre digo que soy hija de la oralidad campesina, y esa oralidad canta y cuenta. Nunca hace una sola cosa. Cuando canta, cuenta y cuando cuenta, canta. Y eso me viene de mi padre, que es un poco lo que está en mi primera novela, “Viaje entre dos orillas”, publicada en Argentina y en Perú, que se presentará en FILAY el miércoles 16 a las 16.00 en el Centro Cultural de la UNSH.
¿Qué importancia crees que tiene la literatura como herramienta para visibilizar y cuestionar las estructuras patriarcales?
Fundamental. La literatura no es una noticia, no es la información estadística sobre la cantidad de femicidios, sobre la cantidad de denuncias penales, sobre abusos o pedofilia. La literatura es el campo de la belleza y la reflexión. Es el tiempo de la memoria y la recepción de lo textual desde lo emocional. Eso permite remirar la historia que se cuenta no como una historia sino como una herida, como una necesidad de revisar e involucrarse.
¿Qué esperas compartir con el público en la Feria Internacional del Libro de Ayacucho y cómo crees que eventos como este contribuyen a la difusión de tus ideas?
Es un orgullo -y aclaro que no lo digo como una fórmula- participar como invitada internacional de la Feria del Libro de Ayacucho. Desde siempre miré a esta región como un lugar al que los y las american@s le debemos tanto. Creo que la tierra de los Morochucos y las Panakunas tiene mucho para nutrirnos a quienes aún hoy vivimos las consecuencias actuales de políticas tan regresivas para los pueblos. Que suceda el encuentro nos obliga a resignificar los doscientos años.
Tu novela ha sido descrita como un viaje cinematográfico y cubista. ¿Qué técnicas narrativas utilizas para crear esa sensación visual en el lector?
La narración fragmentaria, con diversos narradores, donde los tiempos se yuxtaponen, se abalanzan, se entrechocan y donde las sensaciones juegan un papel a partir de nombrarlas, adjetivando poco y sustantivando siempre. Los hombres y las mujeres somos las acciones que producimos y por allí se filtran las emociones. Me parece que tiene que ver con la jerarquización del lector, por un lado y con la autenticidad de lo que el escritor quiere decir.
En tu obra, las luchas populares tienen un lugar destacado. ¿De qué manera sientes que la literatura puede contribuir a los movimientos sociales y feministas?
Si me permitís, voy a citar un trabajo de Marcela Rosales , sobre novela “la garganta estrangulada de todas las voces silenciadas por la violencia fundacional del colonialismo, el etnocidio, el estadocentrismo, el patriarcado, las dictaduras y el extractivismo (…) Allí, en esa boca tumultuosa del viento (…) desde el Titicaca hasta la nación kakán (idioma de los indios diaguitas en el norte argentino), resuenan los conjuros sanadores de las indias yucat (…) el proyecto fundacional trunco de un país de inmigrantes solidario e incluyente, los diseños nacionales “otros” que no fueron, el sueño setentista del hombre nuevo, los rezos de las abuelas de los pueblos olvidados del interior, las rondas de las abuelas de la Memoria con sus pañuelos blancos, la marcha federal de mujeres, la noche aterradora de los campesinos sin títulos de tierras, el rugido de las topadoras de los pulls sojeros”. Todo eso se conjuga en la novela “La mujer que no está”. Creo que aporta ya desde el solo nombrar lo ocultado.
¿Cómo ha evolucionado tu estilo a lo largo de los años y qué diferencias encuentras entre escribir poesía y narrativa?
Creo que en eso: nombra más con menos atiborramiento de texto. Esa es una evolución que solo es posible trabajando mucho, sobre todo, en la idea de cómo reflejar mejor la relación de lo subjetivo y lo objetivo en lo que quiero contar, animándome a dejar mucho espacio en blanco para que entre la percepción del lector.
¿En qué proyectos literarios estás trabajando actualmente, y qué temas te gustaría explorar en el futuro?
Este año le dediqué mucho tiempo al ensayo histórico. Me metí de cabeza en trabajar el rol de las mujeres en las guerras de la independencia. Allí me apasioné con el trabajo alrededor de la historia de Ventura Ccalamaquí y de Manuela Gandarillas, por ejemplo. Ese ensayo lo había mandado al Congreso de Historia que había organizado la UNSCH, y fue aceptado para integrar los paneles. Entonces ahora, lo traemos a la FILAY. Pero en el medio estoy muy embarcada en la escritura de una novela sobre infanticidios.
Sus intereses
Todo Ayacucho es fascinante. Ya recorrí en mi viaje anterior la Pampa de la Quinua, los mercados, las iglesias emblemáticas, el Complejo arqueológico Wari, Socos. Ahora mi deuda es con Cangallo, Basilio Auqui y el Sitio de la Memoria “La hoyada”. Cómo conjugar esas visitas obligadas con la cantidad de actividades, mesas, debates e intercambios que propone la Feria será el desafío.
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