Fernando de Szyszlo, ícono de la pintura peruana: 'Gody' fue un auténtico ser insigne de la metamorfosis

El genial Fernando de Szyszlo, 'Gody', fue un permanente devoto del arte; particularmente del dibujo. De tal calado, que muy probablemente por esa inclinación ingresó a la carrera de arquitectura; la que poco tiempo después abandonaría para abocarse fielmente a su apasionado arte.

El genial Gody fue, desde sus inicios, un pintor de avanzada. Él decidió transformar la presentación de la pintura contemporánea nacional introduciéndola a una perspectiva más ecuménica y mejor matizada, con audaces texturas y vibrantes tonalidades basadas en pigmentaciones características de su espléndida imaginación.

De Szyszlo nació en Barranco, un día como hoy en el año 1925. Como todo virtuoso innato, repetimos, durante sus primeros años de juventud empezó a sentir pasión por lo artístico y literario.

Aunque, temprana y definitivamente triunfaría su devoción por lo primero. Gody fue desde entonces un auténtico ser icónico de la metamorfosis y, consecuentemente, de una nueva manifestación de la pintura peruana del siglo XX, orientándola hacia una mixtura aliada con las corrientes artísticas del arte europeo postmodernista.

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De Szyszlo aplicó su exquisita vena artística hacia una integración ingeniosa, a la vez que propia, expresada en la creación de unas virtuosas -más bien inconfundibles tonalidades como fondo para sus clásicos trazos de avanzada, plenos de indescriptibles, pero atractivos simbolismos posiblemente provenientes del neoimpresionismo, aquel movimiento literario-artístico opuesto al que rechaza la representación fiel del mundo, surgido en Francia en la segunda mitad del siglo XlX y que, en lo sucesivo, se expresaría simbológicamente.

De Szyzlo fue una simbiosis entre el caballero –en toda la expresión de la palabra– y aquella irrefrenable vena pasional por el arte en su concepción más profunda.

Como tal, fue un gran cultor de la mejor lectura; un arraigado promotor, a la vez que un selectivo coleccionista de arte; un viajero empedernido y un ciudadano universal, en procura de colegir lo antiguo con lo moderno.

Aunque, por encima de todo ello, fue un finísimo, extrovertido y muy entretenido conversador en el amplio sentido de la palabra. Su participación en el “Grupo de los Jueves” –conjunto de entrañables amigos de diferentes espacios de la vida que, metódicamente, siguen reuniéndose ese día para conversar sobre lo humano y lo divino– fue prodigiosa para aquel cenáculo que lo tiene muy presente en sus coloquios semanales.

No solo destacaba por su presencia, preñada de frescura, anécdotas divertidas y cotilleos de todo calado sobre el tema que se abordara, sino por aquella manera característica de tratarlos con su finísima ilustración matizada con una exquisita ironía.

Resulta remarcable, también, su valiente participación en la política –considerando la honda sensibilidad del personaje–, como promotor de la candidatura de Mario Vargas Llosa.

Szyszlo fue un discreto asesor del recientemente fallecido Premio Nobel peruano, impulsado por su característico sentido de responsabilidad hacia el Perú, abocado constantemente a intentar que su país deje de seguir perdiendo oportunidades y acumulando problemas, lo que sigue constituyendo una importante razón de su relegamiento.

El recuerdo de Szyszlo permanecerá como figura imperecedera del arte moderno peruano.

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