La verdadera disputa en el país no es la de comunistas versus fascistas conservadores. Tampoco la de izquierdas por el control del gabinete ministerial. Ni mucho menos la de un empresariado mercantilista y oligopólico versus un empresariado emergente con capitalismo popular.
Juan Carlos Ruiz Rivas
Un proceso político que deberán asumir los empresarios de hoy es el cambio generacional al interior de los distintos gremios y sus equipos de pensamiento, a propósito de la elección del presidente Pedro Castillo y su guerra fría con la oposición mayoritaria del Congreso de la República.
El gobierno Castillo representa la última fase de un proceso de integración regional en la sociedad peruana que, nos guste o no, llegó para “quedarse”. No me refiero con esta expresión al señor Castillo como persona, sino a su expresión sociológica.
La gran incógnita que aún tenemos quienes seguimos la coyuntura política es si el Gabinete Bellido es resultado de un secuestro que Vladimir Cerrón ejerce sobre el presidente Castillo, convirtiéndose en una provocación para desencadenar una guerra a muerte entre radicales de izquierda y de derecha por el poder; si es resultado de la incompetencia del mandatario para lograr administrar adecuadam
El primer Mensaje a la Nación del presidente Castillo en el Congreso de la República tuvo nota aprobatoria. No fue extremista, incendiario ni radical, como esperaba la derecha bruta y achorada. Fue hasta moderado y coherente con sus promesas de campaña. Preocupa, sin embargo, que el mandatario siga en modo candidato, considerando ese ambicioso plan programático anunciado ayer.
Uno de los grandes retos que tenemos los peruanos es construir una nueva dinámica de interacción y convivencia social, de recuperar la calle, el barrio, el centro de trabajo, el colegio, la universidad, el turismo y la noche.
El nuevo reto del gobierno es buscar un equilibrio entre un 25% de peruanos con un pensamiento radical y conservador (de izquierda, en su versión comunistoide; y de derecha, en su versión fascistoide) y otro 75% con posturas moderadas que prefieren hacer ajustes al modelo de crecimiento, poniendo un alto a los privilegios de grupos mercantiles y dar paso a un verdadero desarrollo capitalista, u
Equivocan el rumbo los activistas políticos del pensamiento conservador cuando, en nombre de la democracia, dirigen un ataque visceral, irracional e inaudito contra la propia institucionalidad democrática que dicen defender.
Resulta curioso que “machete” se haya convertido en una polémica palabra que enfrentó a ambos bandos electorales en su disputa por conquistar las calles de Lima, lo que se tradujo en concurridas manifestaciones de simpatizantes este último sábado en la ciudad capital.
Cuando una mitad del Perú le dice a la otra que le está robando el país, comprendemos que a nuestra sociedad no solo le hace falta paciencia para esperar resultados electorales, sino que requiere con urgencia de una terapia colectiva que resuelva cuanto antes los serios problemas de intolerancia, discriminación y racismo que ponen en jaque nuestra futura convivencia.
La gran conclusión a la que llego tras el proceso electoral que finalizó ayer para elegir al futuro presidente (a) de la República es que el ganador de la contienda incluya al perdedor en un gobierno de unidad nacional.
El absurdo formato del mal llamado “debate presidencial” organizado por el Jurado Nacional de Elecciones en la ciudad de Arequipa, impidió a los candidatos desplegar ese arsenal de artillería pesada que pudo haber sido decisivo para que los indecisos definan la elección este 6 de junio.
El reciente atentado de Sendero Luminoso que produjo la muerte de 18 personas en un ataque terrorista ocurrido el 23 de mayo en el centro poblado de San Miguel, en la capital del distrito de Vizcatán en el Vraem, donde perdieron la vida dos niños, es la expresión de una polarización donde las ideas brillan por su ausencia.
El último simulacro de votación presidencial de Ipsos Perú nos deja varias conclusiones respecto a lo que serán estas últimas tres semanas de segunda vuelta electoral. Una batalla final que se dará en el Sur del país, y cuyo epicentro tendrá lugar en la ciudad de Arequipa, cuando ocurra el debate presidencial entre ambos candidatos -una semana antes del 6 de junio.
Una consecuencia del casi empate técnico entre candidatos presidenciales, como vienen mostrando las últimas encuestas de intención de voto, será la radicalización del discurso de Castillo y sus seguidores, especialmente aquellos vinculados al corredor minero del Centro y Sur Andino, quienes ya intentan politizar el diálogo social, convocando a mesas de diálogo o amenazando con acciones de fuerz
Resulta interesante constatar que el encuentro – debate del sábado en Chota, entre los candidatos presidenciales que disputan la segunda vuelta electoral, haya sido el resultado de una negociación que ocurrió al margen del sistema formal. No podía ser de otro modo. Ambos representan el sentimiento de rechazo al modelo tradicional de representación que nos gobernó los últimos 20 años.
Es curioso identificar que el voto decisivo en esta elección se encuentre entre quienes quieren un cambio del modelo económico, aunque no definitivo. Sugieren ajustes que incluyan a las grandes mayorías, sin destruir lo avanzado hasta el momento.
La batalla final que tendrán que librar las dos fuerzas políticas conservadoras que pasaron a la segunda vuelta electoral será de tal magnitud, que poco o nada podrán sumar los demás líderes con1 sus endoses partidarios y su poco peso en los niveles socio económicos A, B y C+.