Hoy el Perú duele más que nunca. A la muerte masiva de compatriotas debido no a la covid sino al accionar genocida de la mafia encabezada por Martín Vizcarra, se suma el espectáculo bochornoso de un gobierno de transición que da palos de ciego; mientras la prensa subvencionada intenta lavarse las manos, cuando en verdad es corresponsable de la tragedia.
Hugo Guerra
El gobierno morado debe cesar de inmediato su manipulación política de la pandemia, porque a este paso terminará desatando la furia popular.
El dicho es sabio, el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra es el hombre necio. Sagasti y Mazzetti lo confirman.
Pero no yerran solo por ineptos, sino deliberadamente. La cuarentena decretada para supuestamente para frenar la arremetida de la pandemia es una medida de ingeniería social consistente en un campo de concentración sin lágrimas.
Uno de los problemas que agravan la emergencia sanitaria y la inseguridad ciudadana es la invasión de venezolanos por nuestra frontera norte; asunto que la incapacidad del gobierno no atiende pese a las denuncias formuladas.
Es urgente investigar la nefasta política de los gobiernos de Vizcarra y Sagasti para afrontar la pandemia de la covid-19.
Lamento muchísimo la muerte de peruanos en las manifestaciones recientes. No comparto la ideología de quienes han participado en la catarsis colectiva, pero nadie puede ser insensible frente al drama de los semejantes.
Pasó lo que debía pasar: Martín Vizcarra ha quedado como lo que siempre fue, un felón que traicionó a la patria desde que empezó en el servicio público, cuando apenas tenía 25 años de edad.
Supongo que al ser descendientes directos de uno de los fundadores de la independencia nacional, en mi familia siempre llevamos a flor de piel todos los incidentes políticos de la patria.
El triunfo de los partidarios radicales de una nueva Constitución en Chile no es una manifestación democrática del pueblo, sino un fenómeno autodestructivo que amenaza expandirse por toda la región.
El mayor delito cometido por Martín Vizcarra no son los actos de corrupción que se le imputan de cuando fue gobernador de Moquegua, sino la demostrada destrucción de la institucionalidad republicana.
La noche del sábado, igual que muchísimos peruanos, terminé con una sensación vomitiva incontrolable tras ver cómo Martín Vizcarra se burla del país ante las evidencias de sus delitos perpetrados cuando era gobernador de Moquegua; y cuando sostiene, sin empacho alguno, que tendríamos que darle las gracias por la “brillante” conducción de la crisis nacional frente a la pandemia y el descalabro e
Los demócratas vamos ganando una nueva batalla al impedir otro vejamen a nuestras FF.AA.
El Ejecutivo, mediante un decreto de urgencia ilegítimo, pretendió dejar sin efecto el feriado nacional del jueves 8 octubre para impedir la celebración de la memoria del Almirante Miguel Grau Seminario, héroe de la Guerra del Pacífico, defensor del constitucionalismo y peruano del milenio.
Aún no tengo confianza en que habrá elecciones generales el 2021; si se llegara a la votación, ¿habrá garantías de transparencia y antifraude?; y ¿ tienen calidad ético – moral los postulantes?
Expresadas estas dudas esenciales, advierto un asunto medular: lo que se decida esta vez en las urnas no es una simple alternancia del poder en un país con democracia disfuncional.
La semana pasada fue de una frustración política profunda. El viernes 18 pudo ser el gran día de la revocatoria y el fin de la dictadura de Vizcarra.
Todavía es imposible imaginar cómo terminará la crisis de la revocatoria presidencial. Pero la conclusión esencial es que un puñado de miserables ha vuelto a desgraciar a la patria ya atormentada por la pandemia y el desastre económico.
Es bien conocido el doble rasero moral de la izquierda neomarxista en el Perú, pero hay momentos en que su posición de pretendida superioridad da asco.
La campaña del Gobierno para sensibilizar a la opinión pública contra los avances de la pandemia es desastrosa, contraproducente y constituye un ejemplo más de ineptitud, derroche y vano intento de manipular políticamente a una nación en crisis extrema.
Oficialmente quedan solo once meses para que la gavilla criminal de Martín Vizcarra abandone el mando de la república y para que los múltiples procesos penales se activen sin la cortapisa de la inmunidad presidencial.