Venta de la refinería de Talara aliviaría pandemia
La deuda de largo plazo está en US$ 4,300 millones, según César Gutiérrez.
Mientras el mundo marcha hacia tasas de interés negativas, como sucederá pronto con el Banco de Inglaterra, y como ya sucede en otras latitudes, la estatal Petróleos del Perú (Petroperú) ha presentado este jueves, como un gran logro, haber colocado bonos por US$ 1,000 millones a una tasa de 4.65% pagaderos hasta el año 2047 para concluir el proyecto de la nueva refinería de Talara.
Dirán que las realidades son diferentes, pero con esta última deuda el costo del llamado elefante blanco de Talara sube de un cálculo inicial de US$ 1,334 millones a unos 6,400 o 6,500 millones de moneda verde que, tarde o temprano, tendrá que pagar el Estado. Entretanto, ¿cuantas camas UCI se podrían comprar con tanto dinero echado a este barril sin fondo? ¿Cuantas clínicas, cuántos hospitales para derrotar la pandemia? ¿Cuántas vacunas contra la covid-19? Se hubiera construido unos 86 hospitales del Niño de la capital, calculan los expertos (ver pág. 3).
Ante este hecho consumado con autorización del Ministerio de Economía, el presidente de Petroperú, Eduardo Guevara Dodds, destacó que “esta exitosa transacción reafirma la confianza de la comunidad financiera internacional en Petroperú y, sin duda, contribuye con el fortalecimiento del gobierno corporativo de la compañía; asimismo nos permitirá concluir con la construcción de la nueva Refinería Talara que iniciará su arranque en noviembre de este año”.
Eduardo Guevara y los inversionistas en bonos festejan el supuesto éxito de la colocación de bonos por US$ 1,000 millones, y añaden que tuvieron una demanda de US$ 2,500, pero el país debería estar preocupado porque la deuda de largo plazo –a 30 años– ha pasado a US$ 4,300 millones, según cálculos del Ing. César Gutiérrez Peña, ex titular de la petrolera del Estado.
No es que la última deuda no tenga la garantía del Gobierno Nacional, lo cierto es que los inversionistas asumen esos intereses y ese monto en la idea de que ante cualquier contingencia, y como siempre ha sucedido, es el Tesoro Público el que cubre las deudas con los impuestos que pagamos los contribuyentes.
TODO EMPEZÓ…
¿Cómo es que hemos llegado a esta situación cada vez más insostenible? Veamos la larga historia en que todo negocio millonario del Estado trata de ser enredado por la burocracia especializada y los concesionarios. ¿Cómo y con cuánto de cálculos empezó el proyecto y a qué cifra ha llegado a la fecha?
“Antes debemos indicar que el proyecto estuvo pensado desde el 2004 y a partir del 2006 se tomó la decisión de definirlo, dado que había una obligación de producir combustibles con 50 partes por millón (ppm) de azufre”, recuerda César Gutiérrez Peña, que presidió el directorio de Petroperú entre el 2006-2008.
El 2007 se tuvo un perfil elaborado por la consultora Arthur D’ Little que señalaba que se podían hacer dos tareas en simultáneo: disminuir la cantidad de azufre a 50 ppm y ampliar y modernizar la refinería para procesar crudos de baja calidad y producir combustibles de alta calidad y valor en el mercado.
El estimado inicial de US$ 1,334 millones del nivel de ingeniería conceptual tenía un margen de error de 100% por lo que el costo total podría llegar a US$ 2,600 y seguía siendo rentable la inversión, según los cálculos que recuerda Gutiérrez.
El controvertido proyecto se concreta en el gobierno de Ollanta Humala (2011-2016) cuando los expertos de izquierda en materia petrolera, como Humberto Campodónico, titular de la petrolera estatal entre 2011 y 2012, lo pusieron en marcha, pero de pronto se reorientó hacia un nuevo complejo, hacia una nueva refinería, alterando la normativa inicial que se circunscribía a la modernización.
El año 2014 fue crucial porque la citada desulfurización y la construcción de la nueva Refinería elevarían el presupuesto a US$ 4,000 millones, por lo que no faltaron voces que señalaron que solo se debía ejecutar la primera medida, la de los sulfuros, que tenía un presupuesto de US$ 1,000 millones, no obstante que el mismo tipo de trabajo le había costado a Repsol, en la refinería de La Pampilla, US$ 700 millones. Pero se dio el paso de hacer una nueva, con las consecuencias ahora conocidas.
“COSTOS HUNDIDOS”
“Cuando se toma la decisión de iniciar la construcción en el año 2014, el costo ya era en efecto de US$ 4,000 millones. Allí ya no hubo racionalidad económica sino política. La decisión correcta en ese momento era solo hacer obras para desulfurizar combustibles que hubiese costado US$ 1,000 millones, es decir no ampliar la refinería, e importar el requerimiento adicional de combustibles”, recuerda Gutiérrez.
Luego, conforme pasaban los años, y esa nueva refinería necesariamente aparecía cada cierto tiempo obsoleta, sobre todo para la agenda medioambiental, las autoridades hicieron caso omiso a los pedidos de parar la obra no obstante los “costos hundidos”, es decir perdidos, cercanos a US$ 2,000 millones.
Es lo que sucedió desde la campaña electoral de 2016, cuando el entonces candidato presidencial Pedro Pablo Kuczynski prometió parar el proyecto; lo mismo pensaba quien sería su premier y ministro de Economía, Fernando Zavala, quien no obstante haber adelantado que, si por él fuera no haría Talara, pero una vez instalado en el poder, con el argumento de que el proyecto ya estaba en plena ejecución, dijo que había que seguir.
LAS FASES
Lo que había empezado como un proyecto de “ingeniería conceptual” trabajado por la citada consultora Arthur D’ Little, con un presupuesto de inversión de US$ 1,334 millones para el primer esquema de modernización, pronto cambió en sus objetivos.
El argumento explicado años después fue que había que pasar de la fase “conceptual” a de “ingeniería básica” y extendida, razón por la que subieron el precio de la refinería en US$ 1,700 millones más, según palabras del ex titular de Petroperú, Luis García Rosell.
Y cuando se entra a la tercera fase, a la “ingeniería de detalle”, la cifra había trepado a US$ 4,100 millones, es decir más del triple de su valor inicial, añadió en una entrevista a un diario local.
En este estado de cosas, los funcionarios de la empresa petrolera, apoyados por la concentración mediática, agregaron que en el paquete anterior aún faltaba incluir las “obras complementarias”, por lo que no había otro camino que forzar las cifras,
Sostuvo ese señor que, si bien el nuevo monto de inversión era de US$ 4,100 millones, “sumando los gastos financieros, llegamos a un estimado de US$ 5,400 millones”, adujo.
¿Cuáles eran las obras complementarias que no estaban consignadas en el estimado de inversión de los US$ 5,400 millones? Las que deberían llenar, adujo, los desfases tecnológicos, el incremento de los costos financieros, los costos fijos, el mantenimiento de la infraestructura, las penalidades a pagar por Petroperú a Técnicas Reunidas por los retrasos y labores realizadas y que no estaban contempladas en el contrato, etc., etc., cálculo que eleva la inversión a US$ 6,400 millones.
LAS DEUDAS
Hecho este resumen sucinto, la pregunta que sigue es la siguiente: ¿Cuál es el total de los pasivos o la deuda de Petroperú?
“La deuda de largo plazo, vale decir la relacionada con el proyecto, a la fecha es de US$ 4,300 millones, monto del cual US$ 1,000 millones vencerán el 2032 y US$ 1,000 millones en el 2047. El restante, los US$ 1,300 millones, vencerán en los próximos 10 años”, calcula César Gutiérrez Peña.
Al margen de la última opción de US$ 1,000 conseguidos este jueves para concluir las obras de la refinería, Gutiérrez asegura que se necesitará otros 400 millones para pagar las penalidades y retrasos a la española Técnicas Reunidas y otras concesionarias como el consorcio Cobra SCL que se han encargado de las obras complementarias.
AUTORIDADES COMPLACIENTES
En la época que se abordó el tipo de proyecto de refino como el de Talara, los años 2016-2017, se gestionaba con un modelo que se llama FEED-EPC, con conversión de Open Book a Lum Sum Turnkey (LSTK) que es un modelo muy parecido al implementado en los Juegos Panamericanos.
El modelo LSTK tiene la virtud de gestionar estos proyectos en 5 años, pero se ha usado mal, indica César Gutiérrez, tanto que en la actualidad ya van por los 15 años y se pondrá en servicio al año 16.
El modelo LSTK consiste en hacer hasta 30% de ingeniería de detalle y allí tener un costo sobre el que se toman decisiones. Si se decide seguir, el contratista asume un costo a suma alzada (Lum Sum), que no debe cambiar.
Y es esto lo que no ha ocurrido porque “las autoridades han sido demasiado complacientes con el contratista español Técnicas Reunidas”, dijo el especialista a EXPRESO.
Llegado a este punto, ¿no sería mejor vender esta refinería tal como está? Obvio.
PARA EL 2022
El ingeniero César Gutiérrez no cree que la nueva refinería de Talara entre en funcionamiento en noviembre de este año, como reza la propaganda oficial, sino –previo periodo de prueba– puede arrancar en julio del 2022.
LITIO EN AGENDA
Cualquier cambio sustantivo en nuestro patrón energético debe desechar totalmente, tarde o temprano, los combustibles fósiles, llámese petróleo, gas, carbón, y dar primera prioridad al litio del altiplano puneño y otras formas alternativas de energía. Quien sostiene esta tesis, aunque usted no lo crea amigo lector, es el joven candidato al Congreso, Ricardo Repetto Andrade, de la lista Unión por el Perú.
LOS CONSUMIDORES
“Lo más probable es que si se sigue con esta decisión de seguir adelante, el consumidor peruano va a pagar todo ese costo adicional. Por ejemplo, como la Refinería de Talara es la que fija el precio de combustible, si el precio de la Refinería de Talara se incrementa debido a estos costos excesivos, obviamente Repsol también va a incrementar sus precios, y se va quedar con la ganancia adicional”, añadió.
POR: PLINIO ESQUINARILA
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