Sendero Luminoso: el sadismo y brutalidad de las huestes terroristas | INFORME
La barbarie de Sendero Luminoso dejó una estela de sangre y terror. Prueba de ello es lo que vivió Conaica, cuyos pobladores sufrieron la amputación de sus dedos y la ceguera por ácido.
Por Italo Oberto-Besso
Tal como lo hemos visto en la serie de informes que hemos publicado en las últimas semanas, las huestes de Abimael Guzmán mostraron brutalidad y sadismo en sus acciones, contra los ashánikas, contra el profesor Zumaeta, contra aquellos ronderos que alguna vez decidieron enfrentar a los terroristas. Hoy le mostramos casos –solo algunos de ellos– que grafican en su total dimensión.
Los hechos narrados en estos informes, pese a la crueldad e impiedad, no ha visto alterado un ápice de la verdad; así que los ríos de sangre y salvajada demostrada es producto de la insania, poco o nada responde a la imaginación del reportero, se ha respetado en lo posible la verdad de los registros en su momento y de las distintas fuentes cotejadas entre ellas, que dan cuenta de esa brutalidad.
MUTILACIÓN MASIVA
Pese a que ya han transcurrido cerca de 40 años, los pobladores de Conaica, pequeño caserío de Acobamba, Huancavelica, no podrán olvidar aquel 15 de noviembre de 1983, domingo electoral, ni la brutalidad ni salvajismo del que fueron víctimas por las huestes senderistas.
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Aquella mañana, muy temprano, habían iniciado el largo recorrido hasta la capital de la provincia a cumplir con su deber cívico. El viaje fue una fiesta. Los pobladores de Conaica llegaron cantando, a cumplir con su voto. El trayecto de regreso fue también festivo. Empezó, muy cerca de su comunidad, la pesadilla.
Los pobladores fueron interceptados por las huestes terroristas. Los obligaron, con las armas a la vista, gritos y disparos, a formar una fila, revisaron sus dedos y separaron a todos a aquellos que tenían el índice manchado con tinte morado.
Los terroristas, con total brutalidad, les echaron ácido muriático a los ojos y mientras se retorcían de dolor y pánico, los subversivos empezaron a cortar los dedos manchados con la tinta indeleble.
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Solo los menores de edad se salvaron de aquella tortura, pero, tras aquella incursión terrorista, algo en sus almas quedó amputado.
Después de concluido su macabro trabajo, entre llantos y gritos, los senderistas vivaron a alias ‘Presidente Gonzalo’ y a la lucha armada. Partieron dejando regados en el suelo 32 índices que pertenecían a otros tantos campesinos.
NO MUEVAN EL CUERPO
Pero no fue la última vez. Un mes después, la mesnada terrorista regresó a Conaica. Los senderistas ingresaron a la comunidad en silencio, mientras las autoridades de la comunidad sostenían una reunión.
Fue en ese momento que los subversivos convocaron por altoparlantes a toda la comunidad en el local comunal.
“Señores de la comunidad de Conaica, acérquense a vender sus productos, hay un nuevo comerciante”, les decía. A ese comerciante mayorista, Octavio Cuicapusa, lo trasladaron a golpes, con las manos atadas, y a punta de golpes. A las autoridades presentes, los maniataron y los tiraron al piso.
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“Al escuchar esto, los pobladores se acercaron, dando con la sorpresa de que estaban los subversivos esperando en la casa del comerciante, donde se encontraban, en cantidad, abarrotes […] obligando a llevarse sus cosas del comerciante., y al que no quería, menazando[lo] de muerte. Terminaron dejando como cueva la casa y luego empezaron el ajusticiamiento, empezando [por el] juez, donde preguntaron cómo se comportaba; al responder la población lo liberaron, con la condición de que en 48 horas debe renunciar. Y así sucedió con el teniente gobernador y el alcalde, pero al comerciante no lo perdonaron y lo acusaron de soplón, y lo asesinaron, para luego retirarse. Amenazaron de que no debe recoger al cuerpo; en caso contrario, asesinarían a los que lo recogieron, y así fue abandonado por tres días el cuerpo”.
Este es el testimonio de un testigo, identificado como Augusto, citado en ‘El umbral de la memoria. Pasado, presente y futuro en las memorias de la violencia en Huancavelica’, publicado por Instituto de Defensa Legal, el 2007.
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