Congreso bajo la lupa: auge de burocracia y riesgo para la democracia [ANÁLISIS]
El clientelismo y la partidocracia anidan en el Parlamento: El número de trabajadores en el Legislativo pasó de 2,512 en 2021 a 3,628 en abril de este 2025, sin una mejora proporcional en la productividad legislativa.
Debería a todos los peruanos llamarnos poderosamente la atención, cerca de las próximas elecciones nacionales en las que debemos elegir a la persona y los parlamentarios que deben conducir el destino de nuestro país en los subsiguientes años, que el actual Congreso de la República haya experimentado un notable incremento en su plantilla de trabajadores, pasando de 2,512 empleados en 2021 a 3,628 solo hasta el mes de abril de este año, considerando que todavía no ha acabado las labores de la actual legislatura.
Todo esto siempre en el supuesto de que seguirá aumentando el número de servidores y los millonarios recursos económicos que cada vez más demanda un poder del Estado que cada vez resulta más estratégico y clave para la democracia, la transparencia y el buen nombre de nuestra república nacional.
A todo ello, se agregan las inversiones presupuestales impresionantes que se están poniendo en ejecución, para que en el próximo período parlamentario entre en funcionamiento la nueva Cámara de Senadores, que será —no tengo la menor duda— una nueva dimensión en la historia del Parlamento en nuestra historia, considerando los controvertidos y refutados resultados nada alentadores que hasta la fecha viene obteniendo ante la opinión pública este objetado poder del Estado.
Notable aumento de personal
Refiero que se trata de un notable aumento presupuestal desproporcionado para una alicaída y descorazonada administración pública, que al margen del personal administrativo, en los momentos actuales cada parlamentario tenga por decisión personal y directa un promedio de 28 trabajadores por cada legislador.
Hablamos de un panorama burocrático y oficioso que se entiende debe ser incondicional, que por razones más que obvias suscita todo tipo de críticas, suspicacias y preocupaciones, a la luz de la eficiencia y ponderación del gasto público ante la magnitud de las carencias que padecen otras entidades del Estado y que son más urgentes, frente a una entidad del Estado como el Parlamento, que constantemente es motivo de toda clase de críticas por su pobre y desconectada labor productiva en materia de fiscalización y productividad, frente a la gravedad y solución de los grandes problemas nacionales.
Un crecimiento desproporcionado que, a mi entender, no se justifica desde ningún punto de vista, no solo frente a la ineficiencia funcional, sino en términos comparativos con otras entidades parlamentarias extranjeras que se caracterizan por limitaciones respecto a los niveles de credibilidad y resultados.
El Parlamento peruano, en comparación con otros en el mundo, tiene uno de los promedios más altos de trabajadores por legislador. Se suma el personal de servicio parlamentario más el personal de la organización parlamentaria, y eso se divide entre los 130 congresistas, da un número muy alto de personal.
Imaginemos lo que pasará con el próximo Congreso, en que habrá 60 representantes ante el Senado y 130 representantes ante la Cámara de Diputados, amén de otros cambios para aumentar el personal administrativo frente a requerimientos que escapan al ficticio colectivo.
Imagen pura y solvente de la democracia
Si existe una institución que más representa la democracia en el imaginario colectivo, es el Parlamento Nacional. En él se encuentran representados todos y cada uno de los derechos que preconiza nuestro marco constitucional.
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Igualdad, transparencia, ejemplo, paridad, consonancia y justicia democrática son algunos de los tantos ejemplos que priman en el intelecto colectivo respecto a un poder del Estado que se llega a él a través del voto popular, en el entendido de que se trata de una geometría representativa parlamentaria que subsiste porque terminan siendo el corazón de la democracia, sin el cual es materialmente menos que imposible que una nación medianamente desarrollada pueda desenvolverse dentro de los cánones que señalan las leyes e implique prosperidad para todos los peruanos en igualdad de condiciones y oportunidades.
Clientelismo
El clientelismo como tal es un fenómeno antropológico directamente vinculado a la dimensión oficiosa y bien intencionada de las prácticas políticas, a través de la cual se enfocan las formas de importación y exportación de las ideas, los debates, las propuestas, las justificaciones, los razonamientos y las explicaciones que se forjan todos ellos bajo ciertas condiciones respecto a los malos entendidos, la desnaturalización y los estiramientos conceptuales que se producen en el debate representado por los partidos políticos en el Parlamento. Hablamos de la circulación de las ideas que surge del debate congresal y del poder explicativo que surge de cada una de ellas.
Sin embargo, para que ello se pueda producir, en términos y condiciones racionales como lo exige la democracia representativa, es imponderable y fundamental que quienes aspiran y postulan a ser parte del Parlamento como poder del Estado lo hagan en igualdad y correspondencia de condiciones que representa cada uno de los partidos políticos, en el sano y creíble entendido de que los derechos para competir electoralmente y gobernar toda una nación deben competir y ser exactamente iguales para todos.
Cualquier desajuste que trastoca en materia de la representatividad parlamentaria, en su naturaleza y en el sano equilibrio que debe imperar, suscita que el ejercicio del parlamentarismo se convierta en un autoritarismo y en el desequilibrio peligroso entre los poderes del Estado.
Agencia de trabajo
No se trata de cuestionar las oportunidades de trabajo para una nación en la que prima la ausencia de oportunidades. El tema es que la presencia de personal contratado o insertado en el ámbito congresal desestabiliza la labor independiente y equilibrada que debe mantener este poder del Estado, justamente para equilibrar las apetencias que pueden surgir de los otros poderes como parte del equilibrio que caracteriza a la democracia.
Es más que obvio que quien o quienes ingresan a laborar en el Parlamento Nacional sin haber cumplido con las exigencias mínimas técnicas o profesionales, en razón a que en su contratación han prevalecido intereses partidarios o personales, suscita que la labor funcional termine orientada, en el menor de los casos, a proteger y ser incondicionales respecto a los intereses políticos o partidarios de quien los contrató.
Hablamos de una forma encubierta y hasta furtiva o subrepticia de “anidar” de forma progresiva en un poder del Estado, sino en la práctica consolidar a un partido o agrupación política determinada con fines utilitarios y hasta egoístas. No solo es un acto poco democrático y carente de equidad, sino también un mal uso de los recursos presupuestales del Estado.
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