Vizcarra: Rehén de sus laberintos
Dime de qué alardeas y te contaré de qué pie cojeas. Pues los aforismos populares no cesan de acertar. Este delirio del golpista Vizcarra que repite “Somos el único gobierno que ha luchado contra la corrupción” revela la verdadera entraña de este régimen, que se jacta de batallar contra la corrupción pero tiene inculpada –investigada o acusada- a buena parte de su cúpula política. Desde el propio mandamás –imputado por el caso Chirimayuni bajo el concepto de negociación incompatible- pasando por su hasta hace poco tiempo primer ministro, César Villanueva, hoy preso; asimismo su mano derecha en Moquegua y actualmente ministro por segunda vez durante su presidencia, Edmer Trujillo, hoy ministro de Vivienda, previamente jefe de la cartera de Vivienda y ahora acusado por la Fiscalía de delito de corrupción; además de César Ramos, otra mesita de noche de Vizcarra que operaba con él en Moquegua, actualmente alto directivo del Ministerio de Vivienda que se resiste a renunciar. Todo ello aparte del cuestionamiento de la Contraloría -por dispendios sin sustento conocido- a “reparaciones” realizadas en palacio de gobierno por la omnipotente secretaria general del régimen Miriam Maribel Morales.
Si de verdad Martín Vizcarra fuese proverbialmente honesto, al segundo de enterarse que la Fiscalía estaba investigando a algún alto funcionario de su gobierno –como el ministro de Transportes, y/o el director ejecutivo del programa Agua Segura para Lima y Callao- no habría dudado en exigir su renuncia inmediata y/o disponer su cese en el cargo. Sin embargo tamaño techo de cristal que lo acompaña se lo impide. Vizcarra es prisionero de sus actos. Aunque igualmente es víctima de la intimidación de su círculo más cercano, precisamente acusado por corrupción. Coyuntura bastante grave para quien ejerce la jefatura del Estado. Y sobre todo, para quien se jacta de ser el mayor adalid de la historia peruana en la batalla nacional anticorrupción.
Pero además de todo, resulta que Vizcarra es un rehén de sus propios laberintos. Si hubiera sido real la limpieza de su trayectoria política y Vizcarra hubiese lanzado la primera piedra sin levantar rastro alguno de corrupción, pues enhorabuena. Pero optó por postular a la vicepresidencia –y luego urdir la caída de quien lo llevó al poder para reemplazarlo en el cargo- siendo consciente de que el Ministerio Público ya le había abierto cuarenta y tantas carpetas diferentes, investigándolo por otros tantos proyectos cuestionados en la región que había presidido. Entonces Vizcarra carece de autoridad moral para fingir ese ridículo rol de caballero blanco que encarna con tanta fogosidad. A menos que la Fiscalía cumpla con investigarlo sin interferencia de toda naturaleza –lo que deberá ocurrir a partir del 28 de julio 2021- y ésta decida archivar todos los casos por los que se le debe escrutar, Vizcarra seguirá siendo uno más de la pandilla junto a su ex premier Villanueva, su ministro Trujillo, su director ejecutivo Ramos, etc.
Mientras tanto, el país demanda que Vizcarra cese de presentarse como el campeón de la lucha anticorrupción, y finalmente se aboque a gestionar el Estado.