Vives enfundado en tus temores y derrapando incertidumbres
Algunos dicen que vives viendo fantasmas. Hay hechos que confirman estas premisas chabacanas y malévolas.
No sé cuan cierto puede ser pero que tienes gestos muy señalados como cuando en una final mistiana mostraste el reverso de tus bolsillos del pantalón dirigiendo al Melgar, sugiriendo que eras misio y no podías estar a la altura de alguna exigencia no comprobada.
No cambias. Sorprendidos veíamos cuando te negabas a contestar el porqué del no llamado de Cueva y Zambrano o justificando al “jugadorazo” Ruidíaz, así calificado por ti, apareciendo los mejores quiebres y las vistosas gambetas para dejarnos en babas.
Que no fueron precisamente tus virtudes cuando te vestías de corto, aunque hoy te aferras a semejante expediente para salir de apuros reventando el globo y la paciencia del auditorio.
No es nada nuevo. Fuiste esquivo incluso cuando se te entregó la capitanía de la selección en los 90 y se advirtió prontamente que eras un caso, siempre propenso a los desaires.
Ya como director técnico, con los años se prolongaron estos berrinches en tus experiencias en varios clubes del país. Tus portazos fueron innumerables e insolentes. Parece que los aires aztecas te moderaron en algo.
Nunca una palabra de adorno, ni una mueca forzada, jamás un chiche.
Cómo haremos para soportarte las 16 fechas que nos restan. Cuántos vericuetos y vómitos negros nos esperan a la vuelta de la Videna.
No faltarán tus escuderos. Es “estrategia comunicacional” dirán muy orondos, pateando la premisa que hay una obligación indelegable en la misma función de quien ejerce una jefatura.
Los reporteros gráficos la tienen muy fácil. Las evidencias en tu rostro enrojecido por el enojo y caprichos no son comisiones imposibles. Todo lo contrario, porque retratan un hígado graso muy denso a punto de estallar.
Sabes que esto es largo y que tendremos que acostumbrarnos a ese “zafa cuerpo” cuando las cosas no sonrían, como cuando la gente refriegue esos malos momentos bajando las escalinatas y abandonando el Estadio Nacional en caliente, largando alguna frase premonitoria asegurando que “estamos en la calle”.
Será tarea de los dioses sacar fuerzas de flaqueza. Entre lesionados, ensayos, convocatorias solapas, formaciones para despistar al enemigo, entrenamientos a escondidas, frases rebuscadas, etc., nos prepararemos a la champa.
Sólo queremos que nos hables a la franca y nos digas la verdad de la milanesa. Que se terminen esos misterios que rodean tu trabajo como director de orquesta. Esas argucias de las mejores películas de suspenso forman parte de tu libreto.
Y si esto que recién empieza así, parece que ya tenemos suficiente. No podemos girar sólo a tu estado de ánimo para saber lo que se vive en la interna.
No queremos colgarte el sambenito de “vinagrillo”, aunque haces muchísimos méritos. Lo bueno es que te lo están ganando a pulso. Jornada tras jornada. Sería casi un merecimiento nada desmedido clavarte esa chapa.
Ahora lo que interesa es desechar esos infundios. Maldecir a los enemigos. Ganando en la cancha.
Por Bruno Esposito Marsan
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