ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Una buena persona

Fecha Publicación: 22/02/2019 - 21:50
Escucha esta nota

Carlos “Kukín” Flores ha muerto. Solo tenía 44 años. Se fue uno de nuestros mejores volantes de los últimos 30 años. En ello coinciden no solo los críticos deportivos, sino los hinchas de a pie que lo despidieron en olor de multitud. Sus restos recorrieron, por última vez, las calles del Callao y la de sus barrios más tradicionales y bravos, acompañado de esa muchedumbre que lo recordará como él quiso: más que como un jugador, como un buen ser humano.

Eso fue lo que respondió, en una oportunidad a la prensa cuando le preguntó cómo quería que lo recuerden: “Más que como un buen jugador, como una buena persona. No puedo decir que fui un monstruo o un gran jugador, pero que me recuerden como una buena persona”, dijo. Él vino del barrio más pobre y nunca se desligó de él. No quiso hacerlo. En él habitaban sus recuerdos, sus propios fantasmas. No solo sus amigos de barrio. Le fue difícil encontrar la convivencia perfecta en su propia existencia. Fue, eso sí, un muchacho de una tremenda humanidad.

Hace muchos años fui vicepresidente del Sport Boys. Tenía ocasiones de conversar con él. Todos reconocíamos su talento, su extraordinaria habilidad para la gambeta. Era una furia en el campo, cuando estaba inspirado. Todos aplaudíamos, en público y en la intimidad del club, sus dotes deportivos y se lo hacíamos saber. Pero también el reconocimiento iba de la mano con los consejos necesarios para cuidar su imagen, evitando la figura del joven díscolo y rebelde que la prensa informaba de vez en cuando. Solía escuchar y, al final, se despedía agradecido.

Brilló en la cancha, pero le era difícil mantener ese brillo de modo permanente. “Kukín” fue un gran ser humano, con mucha nobleza, pese a la adversidad de lo cotidiano. Lo recuerda, de ese modo, Jorge Sampaoli, uno de sus entrenadores, el más reconocido en esta parte del continente. Él tenía que lidiar para buscar el equilibrio entre las habilidades innatas de “Kukín” para el juego, con la rebeldía que hacía del jugador un ser temperamental y difícil.

Murió víctima de un ataque cardíaco. Este talentoso jugador paseó su destreza para el manejo de la pelota por distintos clubes en el país como Alianza Lima y Universitario de Deportes, además del Sport Boys, al que lo llevaba en el corazón. Y con una fugaz experiencia en el exterior. Su fama, sin embargo, trascendió nuestras fronteras al punto que los más importantes medios como la BBC de Londres le dedicaron sendas notas de dolor a modo de despedida.

Fue el jugador que nos deleitó con su arte allá por la década de los 90. Sus goles fueron muy celebrados por la hinchada y los especialistas en el balompié. Escuché decir a ex compañeros suyos de equipos rivales, que “Kukín” Flores era muy temido por ellos, por la reciedumbre con que entraba a buscar la pelota. Y seguramente eso fue lo que hizo que se ganara el respeto de todos. Jugaba con dureza, pero no con maldad, les oí decir.

Vistió también la camiseta de nuestra selección y las veces que lo hizo supo darle coraje al equipo, en momentos que más necesitaba de ello. Así fue este gran jugador, a quien tuve el privilegio de tratar y aconsejar, hasta donde pude, para no perderse en la sombría oscuridad del desencanto. Nada hay más perverso en la vida que dejarse arrastrar por el desenfreno de la inmediatez, sin tener ese norte que le da sentido a nuestras vidas.

“Kukín” vivió como quiso. El apego a su barrio y a los amigos en él fue mucho más fuerte, al extremo que no pudo desprenderse del todo de ellos. Es lo que señalan quienes más lo conocieron. Fue, en mi recuerdo, una buena persona. Es cierto. Un gran hombre. Es también cierto. Vivió sin darle tregua a la existencia, con altas y bajas y altibajos como una constante que no la dejaría hasta el final de sus días. Ahora ya descansa en paz. Honor a esta gran persona.