ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Un atleta ejemplar

Imagen
Fecha Publicación: 21/01/2024 - 20:50
Escucha esta nota

Estamos en deuda. Mejor si digo que estoy en deuda. Han pasado varios días desde que conocimos el fallecimiento de un grande del atletismo peruano, de un ejemplar deportista, que nos dio tantas alegrías brincando como ninguno.
Y no hemos dedicado ni una línea para rendirle un obligado tributo. Estamos aún a tiempo para que el Estado haga su papel, como siempre a la hora undécima, para reconocer lo que nos dejó como legado.
Nos referimos a Roberto Abugattás, saltador de alto, campeón sudamericano y bolivariano, varias veces, exponiendo su prestigio en dos Juegos Olímpicos, colocando el nombre del Perú en el lugar más exquisito que solo lo hacen los grandes, no solo por sus resultados, también por su don de gente y prestancia personal, siempre distinguido por su entereza moral y calidad como ser humano, además de padre y abuelo querendón.
Cuando el Estadio Nacional era todo o casi todo para el deporte peruano, incluyendo el atletismo, años 70 o un poco antes, los controles atléticos y los campeonatos nacionales se disputaban en la enhiesta pista de ceniza del Coloso José Díaz y en el maltrecho campo de fútbol. Algunas veces en Barranco.
La varilla del salto alto estaba colocada hacia la tribuna sur y las miradas del raleado público aguardaban la aparición de nuestros saltadores.
Roberto llegaba muy enfundado en su ropa deportiva, más abrigado que de costumbre si se trataba de una jornada invernal, a la espera que el locutor de turno de apellido Salazar comenzara a anunciar la jornada que había arrancado el viernes sobre la tarde y terminaba 48 horas después.
Los hombres de prensa no se presentaban de apuro a recoger los resultados, todo lo contrario, Lolo Carrera, Lolo Salazar, Lucho Ossio Pastor, Miguel Portanova, entre otros, vivían la jornada completa. Eso sí el fútbol profesional desalojaba al atletismo dominical antes de la 1 porque se jugaba un doblete. El fútbol mandaba. Te echaban sin pedirte permiso.
Estaban puestas todas las miradas en cada salto para saber cómo Abugattas podía ir poco a poco derrumbando mitos y marcas para apuntar hacia logros que no se podían creer. En ese momento el “canguro” era capaz de darle tantas satisfacciones a nuestro atletismo que se convertiría en un ídolo, sembrando su práctica en la gente joven y hasta en su propia familia, caso de Fernando y Ricardo.
Como no añorar cuando se batía ese inalcanzable récord nacional, seguramente en varios intentos, y nuestra gran figura podría haber recibido el aplauso de un estadio lleno, pero que apenas tenía una centena de aficionados jubilosos instalados en las viejas graderías del Nacional. Otro tanto de parciales lo esperaban a la salida en la puerta 4 para darle un abrazo interminable.
Luego vendrían las generaciones de los Santiago Lozada, Alfredo Deza Ganoza, Hugo Muñoz, Arturo Chávez el último más destacado, formado en las filas de Adecore, haciendo añicos los registros añejos, pero siendo un fiasco las veces que Deza y Muñoz, con apoyo estatal y privado, concurrían a JJOO dándonos la tremenda y desagradable noticia que se “lesionaban” en el calentamiento, provocando una desilusión mayúscula.
Roberto ha sido un referente en el atletismo peruano. Cualquier consulta popular o encuesta podría ser tan simple con una sola pregunta y una sola respuesta. Su identificación brota en forma espontánea. Es cierto que hoy todo apunta a nuestras atletas de largo aliento y marchistas y que ganan, merecidamente, los titulares de los medios.
Sin embargo, en la historia atlética el nombre de Roberto Abugattás tiene vigencia eterna y con ello un lugar preponderante. Esto debe quedar en los registros de las generaciones jóvenes y las que están por llegar. Por favor, no seamos ingratos, algo tan común en el Perú.
Gracias querido Roberto por todo lo que hiciste por el Perú.

Por Bruno Esposito Marsan

Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookXInstagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.