Un apunte revelador sobre la Sunedu
La elección del jurista José Luis Sardón como miembro del nuevo Consejo Directivo de la Sunedu es una noticia con interesantes matices. El primero es que las universidades privadas han elegido como su representante a un profesional de impecable trayectoria.
Una elección legítima porque participaron 40 rectores que votaron de manera presencial bajo el control de un comité electoral a cargo de la Pontificia Universidad Católica. Entre cinco candidatos, Sardón obtuvo firmes 28 votos. Detrás de esta elección hay una historia que la anterior Sunedu ocultó a punta de campañas mediáticas y es la siguiente.
Desde el 2018, la Sunedu gozó de facultades con el propósito central de abrir un mercado universitario a favor de intereses económicos. Para ello, procedió al cierre indiscriminado de universidades sin dar ninguna alternativa a decenas de miles de estudiantes que se quedaron en la calle.
Hagamos una necesaria precisión. El cierre de universidades que no merecían tal nombre y que encabezaba Telesup, fue una medida acertada que le dio prestigio a la Sunedu ante la opinión pública. El problema es que bajo ese paraguas Martín Vizcarra y el superintendente de entonces Martín Benavides, diseñaron un sistema con visos de corrupción realizando modificaciones a la Ley Universitaria, Ley 30220.
Aunque existió una denuncia constitucional contra esas modificaciones que contenían atrocidades jurídicas, el Tribunal Constitucional decidió favorecer a la Sunedu y terminó abriendo las puertas al negocio de las famosas licencias para operar las universidades.
El TC dijo que "eran constitucionales" barbaridades como las siguientes: la Sunedu podía disolver universidades a través de resoluciones administrativas, llevándose de encuentro la norma constitucional que ordena que las instituciones "no pueden ser disueltas por resolución administrativa"; las decisiones de la Sunedu no podían ser discutidas en ninguna instancia y debían ser acatadas obligatoriamente; y la Sunedu debía depender del Ministerio de Educación, es decir, pasaba a tener influencia directa del gobierno de turno.
Así, la Sunedu fue el ente que, en todos estos años, no le rindió cuentas a nadie y cerró universidades de manera indiscriminada para abrirle mercados a corporaciones. Fue tan nítido el afán de servir a intereses económicos que la Sunedu cerró universidades nacionales como Pedro Ruiz Gallo de Chiclayo y San Luis Gonzaga de Ica sin tener en cuenta que el propio Estado no puede cerrar las universidades públicas. Está obligado a reformarlas y no a cerrarlas, porque el Estado tiene el deber de brindar educación pública.
En rigor, a pesar de toda la propaganda desplegada, no existió una real reforma universitaria. La Sunedu fue una entidad con espíritu sancionador y no reformador. En algunos casos pudo transformar algunas universidades para evitar dejar en la calle a estudiantes en Lima y en provincias, pero eligió la sanción y la clausura que no forma parte del concepto de reforma universitaria, porque su objetivo fue abrir mercados para determinados intereses económicos y eso significa presunta corrupción que deberá ser investigada.
Lo que ahora señalamos no se podía conocer porque de inmediato salían a vociferar los defensores mediáticos de la Sunedu. En aquel 2018 cuando el Tribunal Constitucional autorizó la artimaña de la Sunedu, el entonces tribuno José Luis Sardón tuvo la valentía de oponerse. Votó en contra y entre sus varios argumentos, que el tiempo ha respaldado, destaca este: "En nuestro ordenamiento constitucional, el servicio de educación universitaria no se presta de manera monopólica sino en un régimen de competencia".
Fue la Sunedu de Vizcarra y Sagasti, la que eliminó la competencia con cierres indiscriminados y licenciando a aquellas que no cumplían con las condiciones básicas de calidad. Esa Sunedu ha terminado su oscura gestión protegida por un sospechoso escudo mediático.
Sardón, el jurista que se opuso a la entrega ilegal de facultades a la Sunedu, ha sido electo para integrar el nuevo comité directivo. Una señal de correcta elección es que no votó por él, el exclusivo y pequeño consorcio de universidades privadas que tanto se favoreció en estos años.
Por Umberto Jara
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