Primero el deportista
Es imposible que en un país de tantas frustraciones deportivas no saltar de alegría al ver lo que Perú acaba de lograr en los Juegos Olímpicos de París. Cinco diplomas olímpicos a manera de reconocimiento y una medalla de bronce que arrancó en la vela Stefano Peschiera, es el corolario luego de 32 años de sequía y del pésimo trato conferido al deporte nacional.
Jamás hubo un mínimo de seriedad cuando nuestros gobernantes hablaban de “política deportiva”, porque de lo que se trataba era dar el manejo del IPD, antiguamente INRED, a un allegado del presidente de la república o su yunta del ministro del sector, para su compañero de carpeta o quizás de la esquina chelera, para que jugara a “dirigente deportivo”.
Que hubo excepciones, las hubo. Una mano nos alcanza.
Esta carencia la hemos visto en las últimas décadas con mayor incidencia y desparpajo cuando uno más improvisado que otro ha tomado las riendas del máximo organismo sin tener la más mínima experiencia y con el agravante que se han limitado a decir que el “deporte necesita del apoyo de la empresa privada”.
El deporte está en los anales de los organismos públicos y si el deportista de élite es elegido por los sponsors es porque no sólo se trata de un valioso elemento, sino que la empresa privada ve un rédito publicitario en su persona. El Estado antes que nadie debe ser el responsable de cada atleta y no mirar de costado para que otros financien lo que es su tarea.
Peschiera es un producto que roza el apoyo estatal pero que es hechura de los apoyos familiares y seguramente privados. No es un profesional como Kimberly García que ha recibido a manos llenas y tamaño soporte, como consecuencia de sus impresionantes antecedentes a tal punto que era “bolo puesto” para traer el oro en París 2024.
Ella pese a sus malestares estomacales nos generó una suerte de desilusión en la marcha individual y cuando estaba haciendo historia en los relevos, César Rodríguez no fue capaz de estar a la altura de su compañera. Seguro que otro habría sido el destino si él lo hacía como Kimberly.
Dentro de este alentador resultado en los JJOO de París que deja atrás las más terribles sensaciones de fracaso que tenemos en nuestra historia, hay mucho por hacer o mejor dicho, nada se ha hecho y queda todo por hacer, comenzando por revisar esa decisión inverosímil de invertir 367 millones de dólares en organizar los JJPP del 27 cuando con esa burrada de plata podríamos atender otras prioridades.
Capacitación, entrenamiento, tecnología, ciencia, laboratorio, roce internacional, contratación de profesionales A1, y mucho más como actualizar infraestructura y equipamiento de Legado luego de cinco años de los Panamericanos de Lima, debería ser primera prioridad en vez de gastarse toda la plata del mundo en organizarlos otra vez, sabiendo que el material humano es propicio y está allí para alcanzar metas inimaginables.
Nos faltó algo otra vez. Hacer mejores atletas, ser más exigentes con sus marcas y registros. Es decir, entrenamiento del más alto nivel.
Estar a la cola de los países medalleros y del primer mundo no es nada chocante. Es repetitivo y seguirá siendo por algún siglo más. Es nuestra realidad.
Pero sí deberíamos detenernos a mirar con serenidad que estamos a distancia siderales de Sudamérica. Brasil muy por delante, Ecuador con una actuación soberbia ampliando su ventaja ante Argentina, Chile y Colombia, apareciendo relegado Venezuela con esa prédica desorientada y sin rumbo no ganó nada.
Nos envuelve la alegría del momento. Hagamos propicia la oportunidad. Hay que ser muy sensatos en la hora presente. Primero el deportista.
Por Bruno Espósito
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.