No a la Constituyente
Para resolver los problemas que nos aquejan se requiere un nuevo presidente y no una Constituyente. Lo que busca el aprendiz de Palacio y sus auspiciadores es lanzarnos al abismo del caos institucional.
El Estado de Derecho, es decir la democracia, está resguardado y regulado por la Constitución, y el actual régimen no respeta lo uno ni lo otro, por eso Pedro Castillo busca una asamblea constituyente que evacúe una Carta Magna a medida de la tiranía del castro-chavismo que representa y pretende instaurar en nuestro país.
El viernes desde el Cusco informó que prepara un proyecto de ley a enviarse al Congreso, para realizar una consulta popular por una nueva Constitución; esto aprovechando las Elecciones Municipales y Regionales, del próximo 2 de octubre. Sepultar la Constitución de 1993 y disolver el Congreso, es algo que los comunistas hoy empoderados, buscan desde el día uno siguiendo la receta del Foro de Sao Paulo, hoy Grupo (más bien Cártel) de Puebla.
Detrás de todo estaría, sin duda, la mano del embajador de Cuba en Perú, Carlos Rafael “El Gallo” Zamora, un experimentado espía cuya presencia resultó en el descalabro de las democracias de los países donde sirvió: Brasil, Bolivia, El Salvador y Ecuador, por ejemplo. A saber él y su esposa, Maura Juanperez, son coroneles de la Dirección de Inteligencia cubana. Y ella, Maura, experta en la creación de conflictos sociales, como los que proliferan desde el arribo de la peligrosa pareja. ¿Coincidencia?
Sobre nuestra Constitución, Castillo sabe tanto como del número de países existentes (1,200 dice el ignorante profesor); de otra manera estaría enterado de que la Ley de Leyes prevé el reemplazo total de su texto, sin necesidad de una Constituyente. La Constitución de 1993 ha sido efectiva para reducir la pobreza, garantizar nuestros derechos y supervisar sanamente al mercado. Gracias al apego a ella, los sucesivos gobiernos nos llevaron por la senda del crecimiento, llegando a crecer hasta 10%, en solo un año, durante el segundo alanismo.
Esta Constitución vapuleada por la ignorancia de la izquierda, convirtió al Perú en la estrella de Sudamérica, en un polo de atracción para los inversionistas del mundo con la consecuente creación de empleo, el robustecimiento de la clase emergente e hizo que el país no colapsara pese al pésimo manejo sanitario y económico de la pandemia.
El cambio propuesto es innecesario y es impulsado por la demagogia y el populismo. Es peligroso porque viene creando falsas expectativas: una Constitución no es -como quieren hacer creer- la solución a un pliego de reclamos. El anuncio de Castillo es otra muestra de su afición al engaño. En marzo el premier Aníbal Torres (ya con un pie afuera) dijo: “No hemos promovido, no promovemos, ni vamos a promover la asamblea constituyente. Eso no significa que los ciudadanos no puedan plantear esa iniciativa”. Pero no solo la promueven sino que ya la plantearon.
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