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No es la última clase

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Fecha Publicación: 20/12/2024 - 21:10
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El director de la institución Educativa esperaba a la maestra en la puerta de ingreso. Después del protocolar saludo entrega a la maestra un sobre de manila que contiene un ajado documento impreso en papel Bulky, adornado sin estética alguna por una serie de ilegibles sellos. Los considerandos eran tan amplios como tantos años de postergaciones. La maestra leía artículo tras artículo, párrafo tras párrafo como si escuchara los mismos mensajes vacíos de las autoridades educativas y del gobierno, solo le recordaban a tanto maltrato y abandono de parte del Estado. Se decía tanto que al final era nada, ahí se repetía el discurso de siempre, ahí estaba estampado cada sarcasmo de tanto ministro de Educación ofreciendo el oro y el moro, ahí estaban escritas tantas disposiciones transitorias, en blanco y negro, que al final resumían el desprecio de todos los gobiernos de turno a quienes dedican toda su vida a la noble tarea de educar. La maestra sabía que ese día era el último día que asistía como maestra a la escuela. La Resolución era lo único que resaltaba de tanto texto escrito: “Se resuelve: Articulo 1: Cesar por límite de edad…”, líneas más abajo se le daba las “gracias por haber prestado sus servicios al Sector Educación”.
Al interior de la escuela, las destartaladas carpetas yacían vacías en el aula, en un rincón una desgastada escoba se mantenía de pie, estoica, queriendo llorar, en el otro rincón yacían, arrinconados y apilados en cajas, sus materiales didácticos preparados en tantos años. La maestra ingresaba a recoger lo suyo: el fruto de su trabajo, su esfuerzo, su lucha diaria, sus sueños de siempre. Al levantar la cabeza, una tenue luz se filtraba por la rendija de la única ventana del aula. Entonces ella, como quien deja en buenas manos tanto esfuerzo, sonriendo eleva la mirada en dirección de la luz como entregando al infinito su noble misión y su sapiencia. La calma hace que ella recuerde los buenos momentos con sus niños, se apodera de ellos y se abraza a esos recuerdos y sale del aula, sale del colegio camino al retiro, camino a la jubilación.
Resolución en mano, ya en la calle, recuerda sus años de siempre. Nunca dejó de ser maestra, tampoco lo dejará ahora que vuelve a la calle, lleva su eslogan de vida: “El maestro luchando también está educando”, entiende que nunca dejará de perseguir sus sueños. Ella camina por la ancha alameda y se presta a cristalizar los sueños que postergó por cumplir con sus responsabilidades. Es tiempo de asimilar que fueron necesarios, agradables y satisfactorios los denodados esfuerzos a lo largo de tantos años de servicio.
Para la maestra, este tránsito por la vida, siempre permanecerá como el mejor de los libros escritos. Regístrese, cúmplase y comuníquese.

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