Nicolás Maduro y el «Tren de Aragua»
Nicolás Maduro, políticamente formado en La Habana, fue elegido por Hugo Chávez como su Ministro de Relaciones Exteriores, considerándolo un leal sucesor potencial. Contrario a la creencia popular, el concepto de “socialismo del siglo XXI” no fue ideado por Chávez, sino por Fidel Castro. Esta estrategia política buscaba el poder en América Latina a través de elecciones, descartando conceptos como la dictadura del proletariado y la lucha de clases, típicos de la era soviética.
En los años noventa, Cuba enfrentaba el “período especial” tras la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS. En un contexto de economía deteriorada, Cuba encontró en Hugo Chávez un aliado estratégico y un admirador de Castro, dispuesto a apoyar financieramente a la revolución cubana. Se establecieron programas de cooperación entre Cuba y Venezuela, conocidos como “misiones”, fortaleciendo la influencia cubana en las instituciones venezolanas, especialmente en las fuerzas armadas y de seguridad.
Una década después de la muerte de Chávez, Maduro mantiene el poder con el apoyo de la inteligencia cubana, financiación china e influencia iraní. A pesar de la crisis humanitaria y la diáspora venezolana, Maduro se beneficia de las remesas de los migrantes. La formación del “Grupo de Lima” en 2017 no ha logrado cambiar significativamente la situación en Venezuela.
En enero de 2019, Juan Guaido fue reconocido como líder legítimo de Venezuela por varias naciones, pero el régimen de Maduro persistió. La estrategia de Maduro parece reflejar tácticas cubanas, promoviendo la migración como una forma de aliviar la presión interna.
El “Tren de Aragua”, una pandilla que inicialmente fue reprimida por el gobierno de Chávez, eventualmente se convirtió en un aliado del régimen. Esta alianza subraya el fracaso del chavismo en implementar políticas educativas efectivas y en controlar la criminalidad.
Maduro, al hablar de una reducción en los delitos, omite el hecho de que muchos miembros del “Tren de Aragua” han emigrado. Esta táctica recuerda a la estrategia cubana de los años ochenta, cuando Fidel Castro envió delincuentes a Estados Unidos. Maduro, mientras tanto, exige un trato digno para los venezolanos en el extranjero, sin asumir responsabilidad por la crisis económica.
El manejo económico de Maduro ha sido desastroso, desde la nacionalización de la industria petrolera hasta políticas que han llevado a la quiebra económica. La oposición, liderada por figuras como María Corina Machado, enfrenta obstáculos significativos, como la anulación de elecciones primarias por el órgano electoral controlado por el gobierno.
El “Tren de Aragua” ha extendido su influencia a países como Ecuador, Perú y Chile, actuando como un brazo del régimen de Maduro. Este grupo criminal se ha involucrado en la economía informal y ha generado violencia en estas regiones.
Maduro es requerido por la Corte Penal Internacional, y las autoridades estadounidenses ofrecen recompensas por su captura. Sin embargo, el gobierno de Venezuela no muestra interés en cooperar con los servicios de inteligencia y seguridad de otros países latinoamericanos.
La oposición venezolana debe permanecer unida y respaldar a líderes como Machado. Mientras tanto, la expansión del “Tren de Aragua” y su impacto en la región resaltan la naturaleza transnacional del crimen organizado vinculado al régimen de Maduro. En este contexto, las estrategias y políticas de Maduro reflejan un patrón de manipulación y engaño, similar a las tácticas empleadas históricamente por Cuba.
Por José Antonio Torres Iriarte
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