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Llegó indigna

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Fecha Publicación: 12/09/2023 - 22:00
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No cabe duda de que la difícil coyuntura política, social y económica por la que atraviesa el país, está para borronear otras cosas. Por ejemplo, para criticar in extenso la reciente renovación parcial del Gabinete maquinado al mejor estilo gatopardista cuyos cambios ministeriales sin mayor trascendencia –salvo el favorable en la cartera de Producción- deja el mal sabor de sacar a quien no se debía –caso del MINEDU– y mantener a otros con cuestionable mochila en la gestión, ergo, Ministerios de Defensa e Interior- sea por componendas partidarias y/o producto de tomas y dacas en los pasillos de Palacio de Gobierno. Sin embargo, bastó escuchar el domingo pasado las patochadas y falacias pronunciadas por la impresentable congresista Digna Calle para que resultase imperativo pergeñar nuevamente –aunque sea por vergüenza ajena-– unos renglones sobre ella.

La todavía parlamentaria espetó sin ruborizarse que su vuelta a estos lares después de más de medio año de viaje turístico y familiar por el extranjero era para decir “su verdad”; que le importa un rábano haber deshonrado con su ausencia el deber congresal y un pepino que la inhabiliten ya que todo obedece a una represalia política en su contra por haber enrostrado a sus colegas mantenerse atornillados a las curules sólo para seguir medrando del Estado a pesar del repudio ciudadano que los quiere fuera, culminando la perorata pechando a tutilimundi afirmando que ella no cobra ni cobrará morlaco alguno a pesar de sus brillantes proyectos de ley presentados (¿???) y que, eso sí, muy valiente, no se sentará en el escaño sino que asistirá a las sesiones del Pleno vía zoom porque lo autoriza el Reglamento del Congreso.

Tanto cinismo y desprecio por la dignidad y función parlamentaria de legislar, fiscalizar y representar a la Nación y que la obliga ante la ciudadanía –y, en especial, ante sus defraudados electores– merece un justo “premio” constitucional: su pronto desafuero, más inhabilitación por diez años para cualquier función pública y, de remate, una denuncia penal por abandono del cargo, y a ver si todavía le dura la cara altanera y la postura cachacienta. Es lo mínimo que debiera hacer, hasta por estima propia, este alicaído Congreso de la República. ¡AMÉN!

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