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La verdad post mortem

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Fecha Publicación: 08/07/2025 - 22:00
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La semana pasada concluíamos la columna llamando la atención sobre la llamativa “justicia a la medida” que permite que Martín Vizcarra y Susana Villarán todavía pasen piola penalmente, no obstante los años de los años transcurridos y el cúmulo de elementos de convicción graves y fundados en su contra determinados en la acusación fiscal respectiva. Del alias “Lagarto” ya nos ocupamos y esperamos que el juicio oral termine condenándolo. En cuanto a la exalcaldesa metropolitana –quien apenas tiene anunciado el inicio de la etapa oral para dentro de un par de meses– íbamos a aguardar a que ello ocurra. Empero, la repentina y truculenta muerte del también acusado José Miguel Castro, su mano derecha en las fechorías y aspirante a colaborador eficaz para corroborar los actos de corrupción perpetrados con la delincuencial Odebrecht, junto con OAS, su par carioca, ha remecido la opinión pública y al propio proceso penal. Demasiada sangre para ser mera coincidencia.
Apenas conocida la noticia, se conjeturó que el fallecimiento del exgerente municipal podría ser suicidio al no haberse podido acoger al beneficio premial que solicitaba. Sin embargo, por lo avanzado en la investigación policial y la espantosa fotografía del cadáver que se filtró, parece no haber duda de que se está ante un cruel asesinato para silenciar al que sabía demasiado sobre el modus operandi delictivo de la empresa constructora brasileña que corrompió medio continente americano, por quedarnos solo en esta parte del planeta.
Estos visos de crimen, por supuesto, provocan muchas preguntas, y la más inmediata es por qué el procedimiento de colaboración eficaz demoró tantos años y la vida del aspirante no fue debidamente protegida y asegurada como manda la ley.
Varios penalistas sostienen que lo declarado por Castro en el procedimiento no podrá ser utilizado en el juicio penal, salvo lo que aportó dentro de este y los medios de prueba documentales y materiales. En fin, esto se definirá en el proceso, aunque resulta evidente que su desaparición debilita las pruebas de cargo y que esta muerte tendría –por no decir tiene– la marca de más de un sicario que obedecería al encargo de quien se beneficia con su brutal silencio. Trabajo, pues, para la policía y la fiscalía a fin de desentrañar, a la brevedad posible, el móvil y responsables ocultos.
Lo cierto es que, alrededor de la nefasta Odebrecht –hoy rebautizada y buscando borrar su sórdido pasado– giran varias tramas difíciles de limpiar o lavar. En este caso concreto, la resolución del proceso penal seguido contra la exalcaldesa, que podría demostrar el origen y vicio fraudulento de las concesiones viales y sus peajes en la capital, serviría y mucho a la defensa del Estado y a la de la Municipalidad Metropolitana para librarse del pago de una friolera de decenas de millones de dólares pretendidos por Odebrecht et alia. ¿Habrá alguna conexión con el truculento crimen? Es una pregunta. ¡Amén!

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