La mano cubana
La cerrada defensa que hace La República al espía cubano que funge de embajador en Perú -sosteniendo que “no asistió” a una reciente protesta social en Cuzco, embrionaria de una asonada anunciada para Lima y otros puntos del territorio- es tan grosera que confirma la estancia del “gallo” Zamora en aquel aquelarre. Tras publicar un panegírico pretendiendo desmentir lo evidente, La República cierra así su elegía al cubano Zamora: “Conclusión: Es falso que la imagen presentada muestre al embajador cubano en Perú, Carlos ‘Gallo’ Zamora, coordinando con autoridades cusqueñas las próximas marchas en la región. La persona retratada dista mucho de la apariencia del diplomático. La PNP, asimismo, desmintió que haya detenido a algún ciudadano de Cuba. Calificamos la información como falsa. Tan melindrosa es esa “conclusión” a la que llega el diario socio de El Comercio, que incluso podría estar redactada por la propia embajada cubana.
La llegada a Cusco de Carlos el “gallo” Zamora”, actual embajador de Cuba en Perú -y en diversos países de la región- fue estruendosamente aplaudida por Vladimir Cerrón, comunista educado como médico en Cuba. Cerrón lo conoce desde los tiempos en que Zamora era el Vladimir Montesinos de Fidel Castro Ruz. Un espía especializado en manipular mentes y organizar eventos revolucionarios de carácter estalinista. Su trabajo en el poderosísimo sistema de inteligencia cubano es ampliamente conocido por todos los sectores de las izquierdas. Su destacamento al Perú ocurrió tan pronto como resultó “electo” presidente Pedro Castillo. ¡Pura coincidencia! Su tarea consistió en barbecharle el terreno sociopolítico al aprendiz de dictador Pedro Castillo, fabricándose suficientes escenarios políticos para establecer un régimen espejo al de Venezuela. Es sabido que el sistema de inteligencia cubano se especializa en desestabilizar gobiernos y en fabricar dispositivos autodestructivos para los partidos políticos en aquellos países donde opera, chantajeando a sus dirigencias; desbaratando el Estado de Derecho; dinamitando todas las instituciones estatales; financiando a los opositores más extremos del régimen de turno, subvirtiendo el orden interno, y destruyendo los sistemas jurisdiccionales a través de propagandas desestabilizadoras, para así liquidar el ánimo de los jueces y fiscales frente a las aspiraciones de las mayorías, exacerbando el malestar social y, en general, exacerbando a la sociedad civil con propaganda oficialista basada en la mentira, las medias verdades; y, sobre todo, descalificando a la oposición como eje alternativo de la sociedad.
El resultado está a la vista. Nuestro Estado ha colapsado; los partidos políticos peruanos han quedado reducidos a nivel de etiqueta transferible; las organizaciones sociales han acabado totalmente desinstitucionalizadas; y la oposición reducida a cenizas. Consolidar semejante tarea destructora es especialidad de agentes corrosivos como el “gallo” Zamora. Incoherentemente, la clase política peruana jamás reparó en aquello. ¡Hoy ya es demasiado tarde para hacerlo! Socioeconómicamente el Perú está de cabeza; políticamente está desarticulado y moralmente devastado por la corrupción que despierta el ‘sálvese quien pueda’ del naufragio final. Si el régimen Morales tiene algo de dignidad y patriotismo, inmediatamente debe declararlo “persona no grata” y expulsarlo del país.
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