La falacia del discurso populista de la izquierda caviar
La falacia del discurso populista de la izquierda caviar los presenta como defensores del bienestar de las grandes mayorías, pero en realidad se aprovechan de los pobres para mantenerse a expensas de ellos. En lugar de utilizar el dinero para generar riqueza, su propuesta consiste en derrochar el dinero de todos en programas sociales pseudoefectivos que perpetúan la pobreza y manipulan a las personas. Siembran pobres, mientras se enriquecen los que no trabajan.
En nuestro país, el año 2022, se dejaron de usar 18,000 millones de soles destinados a obras en beneficio del pueblo, al que la izquierda dice representar y defender, debido a la ineficiencia de los responsables; sin embargo, en los últimos diez años se gastaron 728 millones de soles en consultorías solo en el sector educación. Millones que fueron a parar a las arcas de ONG caviares y a los bolsillos de sus promotores. Durante ese mismo periodo, hemos caído en los últimos lugares en las evaluaciones internacionales, a pesar de triplicar los salarios de los maestros sin proporcionarles una formación adecuada para cumplir con su misión. Qué mejor muestra de manipulación y corruptela.
Además, se estima que hemos perdido por corrupción unos 25,000 millones de soles, mientras la brecha de infraestructura, solo en el sector educación, ha pasado de 100,000 a 152,000 millones de soles en cinco años. Incluso si construyéramos 4,000 escuelas nuevas cada año, tomaría una década reparar solo las que están en ruinas, esto sin considerar las que faltan para los cientos de miles de niños sin escuela debido a la insuficiente capacidad en las aulas y plazas para maestros.
Al mismo tiempo, nos encontramos abrumados por la presencia de funcionarios contratados para pagar favores políticos, quienes tienen una estabilidad laboral que no merecen, mientras maestros, auxiliares, médicos y enfermeras son contratados de manera engañosa. También, decenas de miles de maestras de educación inicial tienen que subsistir con propinas que ni siquiera alcanzan el salario mínimo vital. Esto es indignante.
La realidad es que el futuro de nuestros hijos y nietos nunca ha sido más incierto. Después de la gestión fatal y con evidentes evidencias de corrupción de Vizcarra, así como el inefable paso de Sagasti por el sillón de Pizarro, caímos en las garras de quien pareciera haber llegado al poder con la consigna de “ahora les toca robar a los pobres e ignorantes”. Escudado en su ignorancia, incluso del idioma castellano, a pesar de poseer una supuesta maestría en educación, este sujeto se dedicó a expoliar las arcas del Estado y, al ser descubierto y a riesgo de ser vacado, no tuvo mejor idea que violar el orden constitucional, terminando detenido en flagrante delito.
Es así como llegamos a un gobierno presidido por una mujer provinciana y de izquierda, quien tuvo que sufrir en sus primeros días al frente del Estado la traición de los que debían haberla apoyado. Pero qué se podía esperar de la izquierda radical y caviar, incapaz de otra cosa que informes de consultoría frondosos, inútiles y nada originales, que no encontró mejor estrategia que unirse, de facto, a facciones ligadas al narcoterrorismo y la minería ilegal, financiados desde el exterior, para intentar destruir al país y a sus instituciones.
Las “marchas pacíficas” con las que se encubrían actos terroristas como la toma de aeropuertos y el asesinato de policías, la destrucción de propiedad pública y la exposición de menores al peligro, fueron el caldo de cultivo para el despropósito (por no decir adefesio) que significó la visita y posterior intento de intervención en los asuntos internos del país de la malhadada Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que los únicos derechos que parece defender son los de delincuentes y terroristas.
Es claro que las pseudodemocracias a las que aspira la izquierda funcionan como cualquier dictadura, multiplicando los ciudadanos vulnerables, callados, sumisos, de rodillas, y con la bota militar al cuello. Ese no es el país que queremos para nuestros hijos, lleno de acomplejados que odian lo que no son, odian a la gente libre que progresa y crece. Por eso y porque son incapaces de hacer nada útil, no tenemos inversión en educación, en salud ni en infraestructura y están desesperados porque un gobierno constitucional, surgido en medio del caos, está haciendo esfuerzos por sacarnos del marasmo en que nos encontrábamos. Ellos esperaban medrar entre jóvenes desempleados o trabajando por migajas, recurriendo a sus “especialistas” en desviar recursos, no en gobernar. La democracia se mantiene firme a pesar de la tormenta y los profetas de la catástrofe siguen anunciando “tomas de Lima” y una siniestra “asamblea constituyente” en la que ni ellos mismos creen.
Ha llegado el momento de defender nuestra soberanía y tomar las riendas de nuestro futuro, porque es lo que les debemos a las generaciones de peruanos que esperan de nosotros la paz, como dijera Simón Bolívar, hija de la victoria, esta vez no frente al ejército español, sino a un ejército de corruptos e inútiles que no han hecho otra cosa que intentar destruir la democracia que tanto nos ha costado recuperar.
Por Óscar Becerra Tresierra
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.