Irán - Arabia Saudita: los archienemigos también se reconcilian

Irán y Arabia Saudita, dos vecinos musulmanes del Medio Oriente, archienemigos totales, han decidido reconciliarse y lo hacen de la mano de China, el impulsor que, guste o no, le ha robado la foto en la política internacional del Medio Oriente a EE.UU., infaltable en los arreglos entre otras naciones de esa compleja región asiática. Aunque los dos son Estados musulmanes, los iraníes son racialmente persas y los saudíes pues árabes.

Como pueblos que profesan la misma religión, el islamismo, el tercer credo monoteísta que apareció en la historia de la humanidad fundado por Mahoma -antes surgieron el judaísmo y el cristianismo, en ese orden-, la primera resistencia entre ambos países es que, más allá de que los sauditas son sunitas, la porción mayoritaria (85%) del Islam, y los chiitas, la menor (15%), en realidad la confrontación entre ambas ramas del Islam se inició a la muerte del profeta en el 632 d.C. debido a la rivalidad por el futuro liderazgo en la religión. Sin entrar más en ello por ahora, las encarnizadas diferencias entre Riad y Teherán han pasado por ostentar el dominio geopolítico del Medio Oriente y el control mundial de los mercados de petróleo que los dos producen.

Mientras el régimen saudí del rey Salman bin Abdulaziz cuenta con el apoyo de EE.UU. como aliado estratégico, Irán, que se sostiene por el gobierno teocrático del ayatola Alí Jamenei, máximo líder religioso y hasta por encima del presidente iraní, Ebrahim Raisi, se cobija en China y Rusia. Sin relaciones diplomáticas desde 2016 por obra de Riad, ambos países volverán a abrir sus embajadas recíprocamente en el lapso de dos meses. Mientras que para los iraníes, alicaídos por las sanciones de Washington que en los tiempos de Trump decidió congelar un acuerdo con programa nuclear, el reciente acuerdo ya es bastante, para los saudíes acabará el estrés de la amenaza iraní, cuyas fuerzas, aunque Teherán siempre lo ha negado, atacaron sus refinerías en el pasado. Los intereses nacionales siempre por delante.

Por: Miguel Ángel Rodríguez Mackay 

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