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«Hay, pues, ciudadanos, mucho qué hacer!»

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Fecha Publicación: 16/09/2023 - 22:30
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La angustiada sobrevivencia de la gente de a pie la conduce a hurgar sobre las causas de las crisis política, económica, social y moral del país, factores que, junto con el acumulado desprestigio por corrupción de los gobiernos nacional y subnacional, además de la percepción negativa que se tiene por la ineficiencia en el gasto público para enfrentar el componente climatológico, la crisis alimentaria y de inseguridad, han empeorado el descrédito de las instituciones y aumentado la desconfianza en nuestro sistema democrático.

En este escenario es fácil colegir un agotamiento social que preocupa, obviamente, conduce añorar épocas autocráticas o totalitarias. Un estado de ánimo poblacional que cualquier aventurero puede capitalizar y así, vilipendiar las bondades democráticas que garantizan la libertad, justicia, gobernanza, crecimiento armónico, desarrollo sostenible y bienestar con equilibrio social.

En la línea de crudas realidades, las verdades duelen, tanto como el constatar que lo mejor de nuestro capital humano, de todo nivel, género, edad o expertise, selecciona su quehacer en el ámbito productivo y permanecen muy alejados de la actividad política. De allí que, no obstante saber plenamente el fundamento de esa función, la de servir, muchos de los cuadros de valía personal y profesional no se involucran en actividades prosélitas. No desean darse a conocer como políticos. Inclusive hay quienes habiendo ganado elecciones para ejercer cargos representativos públicos su actitud es ser reconocidos como técnicos y no como realmente son: políticos.

Es prioritario que las organizaciones políticas cumplan con intermediar las voces y anhelos de los ciudadanos ante los poderes fácticos y así faciliten la recuperación de la confianza del sistema democrático. Ello implica que, las organizaciones políticas, dejen atrás animadversiones personales, discusiones estériles, enfrentamientos conducentes a la nada, ambiciones desmedidas, etcétera.

El Perú tiene un enorme potencial por explorar y explotar capital natural y capital humano. No merece el sitial en que se encuentra. Posee, entre otros, cinco pilares por optimizar: la minería, columna sustantiva de crecimiento y de empleo; la agroexportación, junto a la variedad de ecosistemas y productos; el turismo, con sus culturas milenarias; la pesca, debidamente industrializada; y, cómo no, la ya universal gastronomía y su arte culinario. Un sexto pilar, muy importante, es la propia ciudadanía que soporta con estoicismo tragedias sucesivas, que las remonta con ingenio y sin perder la esperanza de vivir en paz y con bienestar.

“¡Hay, pues, ciudadanos, muchísimo qué hacer!”, diría parafraseando a César Vallejo. En ese quehacer, tener altura de miras, dejar de lado el menudeo, ser protagonistas y, entre otros motores, enriquecer a diario el proyecto político que se enarbola, deberán ser las claves de vida partidaria, dinámica y democrática. Así, en clara praxis de cada credo y convicciones reactivas, la frase imperativa de “La democracia en acción”, debería convertirse en la brújula de los partidos eficientes y eficaces.

* Exsenador de la República.

Por Javier Díaz Orihuela

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