Ernesto Cardenal: 100 años de eternidad
Este año estamos celebrando el Centenario del nacimiento del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. Referirnos a él es como trazar puntos circundantes de la luz que atraviesan el alma del prisma esbozando infinidad de perspectivas que facilitan observar las diferentes facetas de nuestro homenajeado: verá al poeta, al teólogo, al sacerdote, al revolucionario, etc. Ernesto Cardenal se refleja en ese conjunto de puntos como líneas que se proyectaron en árboles plantados alrededor de una fuente que siempre incomodó a dictadores y pontífices: “Mi poesía tiene un compromiso social y político, mejor dicho, revolucionario. He sido poeta, sacerdote y revolucionario”, afirmó con la convicción de quienes se atreven a retar a la oscuridad y a la luz. Estamos frente a alguien que hizo todo lo posible y lo imposible para esbozar el color del alma del hombre libre a través de su obra.
Siempre exteriorizó sus poemas en torno al hombre real, al de carne y hueso, pero se preocupó con especial atención del hombre nuevo, del hombre libre. Fue humanamente humano, por eso escribió al amor y también al desamor. Plasmó, por ejemplo, en sus Epigramas, las directrices de reflexión sobre las preocupaciones del hombre sobre el hombre, por eso destinó toda su vida a la poesía, la religión, el arte y la justicia social. Sus obras son una muestra de una sensibilidad excepcional y cada una de ellas retrata la belleza y las paradojas del mundo, al mismo tiempo desnuda y denuncia con agudeza los engranajes del poder que lamentablemente sostienen la injusticia: “Me contaron que estabas enamorada de otro / y entonces me fui a mi cuarto / y escribí este artículo en contra del Gobierno / por el que estoy preso”.
Hizo gala de su genialidad en sus poemas en los cuales supo condensar magistralmente situaciones humanas con las que siempre nos identificamos: “Esta será mi venganza: que un día llegue a tus manos el libro de un poeta famoso / y leas estas líneas que el poeta escribió para ti / y tú no lo sepas”. Ernesto Cardenal ha sido y sigue siendo un ejemplo para quienes abrazan la vida y la aman; es fuente de inspiración y es ejemplo admirable de integridad y de tenacidad contra todo tipo de adversidades y de injusticias, así lo hizo hasta el final de sus días. Es un poeta universal, un poeta de la libertad a quien debemos leer siempre. En suma, un extraordinario ser humano comprometido con su pueblo que nos hereda lecciones de cómo quebrar la noche para divisar la alborada.
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