Entre dos fuegos enemigos
Tras el putsch comunista detrás de Pedro Castillo, liderado por Vladimir Cerron con el objeto de convertirnos en Venezuela ll, ahora Boluarte encabeza el régimen de la Gestapo criolla para consolidar en el poder a la mafia caviar; tan peligrosa como los marxistas, leninistas, estalinistas que comanda el aún prófugo Cerrón, quien lleva setenta y ocho días desaparecido y a quien la Policía caviar no persigue por órdenes del régimen Boluarte; hoy sí, afirmativamente, secuestrado por la camorra caviar. El Perú, amable lector, se ha vuelto esclavo del fanatismo político, jaloneado de una parte por el comunismo; y la otra, por el caviarismo. Definitivamente, uno tan peligroso como el otro.
El Perú es ahora un escenario de pugnas entre ambos poderes (comunistas versus caviares) disputándose el control absoluto del país. Cada cual más corrupto y audaz que el otro. Las escenas de terrorismo político son cotidianas; y cada una tiene como objetivo ser cortina de humo para que la opinión pública olvide el resquebrajamiento que aquello amenaza al Perú. Una complicidad, clara como el agua, que confirma la fuga arreglada entre el gobierno y Vladimir Cerron, líder de Perú Libre –partido al que Dina Boluarte perteneció hasta este año pasado (¿o acaso aún pertenece?)–, generando tal malestar político que justifica la sensación, cada vez más elocuente, de que Cerrón está escondido por Dina Boluarte. Escándalo de proporciones que cada día cala más entre la población. Y así como años atrás los caviares inventaron el cuento chino –al que bautizaron como “los cuellos blancos”– para deshacerse de sus contrarios; ahora montan el culebrón de la ex Fiscal de la Nación Patricia Benavides para recuperar espacio político. Y en el medio, la ciudadanía observa cómo la policía política –la Diviac o Gestapo peruana– hace y deshace, con más fuerza y prepotencia que la que actúa la Policía Nacional a órdenes del gobierno de Dina Boluarte, para encarar la devastadora ola delictiva que mantiene en pánico a nuestra sociedad. Es decir, Juan Pueblo –amenazado por la inseguridad ciudadana en todos los campos (socioeconómico, político y estructural) del Estado peruano– se encuentra en medio de dos fuegos. Ambos no solo le impiden trabajar, sino amenazan su supervivencia; al extremo de arriesgar peligrosamente su seguridad, individual; inclusive familiar.
El régimen de Boluarte mantendría un ‘pacto de no agresión’ con Vladimir Cerrón con el propósito de obtener oxígeno para, siquiera, respirar y no sucumbir. Hizo lo propio con el Congreso. No obstante, olvidó la tercera pata de la mesa: los caviares. Y vencida por la colosal ineptitud que la caracteriza en materia política y cuestiones de Estado, Boluarte claudicó y pactó con los caviares devolverles su centro de poder: la Fiscalía de la Nación. ¡Entonces ardió Troya! En esas estamos, amable lector. En medio de una guerra civil todavía sin armas de fuego, pero muy próximos a que esto ocurra. Boluarte y su pacto con los caviares le han sacado la espoleta a la bomba de tiempo que acabará con su presidencia. Incluso, probablemente, devaste al país.
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