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El impacto corrosivo de la corrupción

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Fecha Publicación: 16/10/2023 - 22:20
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La corrupción de los políticos, sin lugar a dudas, ha destruido los cimientos morales de nuestro país y socava nuestra capacidad para crecer y prosperar económicamente; y esa situación afecta directamente a los más pobres. El impacto devastador de la corrupción en la ejecución de proyectos de infraestructura y desarrollo o en el desvío de fondos destinados a proyectos de obras públicas, solo ha servido para enriquecer a políticos que habitualmente tienen como lema de campaña “la lucha frontal contra la corrupción”.
La constructora brasilera Odebrecht pagó coimas y sobornos a presidentes, expresidentes y funcionarios en el Perú y, a la fecha, los funcionarios brasileros gozan de libertad, así como los políticos y empresarios corruptos que se enriquecieron a costa del bienestar del pueblo.
El Estado peruano, gracias a los fiscales que han manejado a su antojo la colaboración eficaz del corruptor Jorge Barata, permitió a Odebrecht la venta de la Hidroeléctrica Chaglla a un consorcio chino por 1400 millones de dólares. Los confesos corruptores brasileros se llevaron esos millones sin problemas. En cambio, si un taxista comete una infracción vehicular, su vehículo es enviado al depósito si no paga la multa y cada día se incrementa el monto de la sanción hasta que se acaba rematando su herramienta de trabajo.
Durante el gobierno de Ollanta Humala se descubrió que se había pagado sobornos para hacer viable la construcción de la Línea 2 del Metro de Lima. Este caso involucró a funcionarios del gobierno y de la empresa Odebrecht que, sin reparo alguno, sobrevaluó la obra. Humala, su esposa Nadine Heredia y otras implicados hacen su vida normal y se pasean por Lima sin problema alguno porque los hechos que les imputan están impunes.
De esta manera, los recursos limitados que tiene el Estado para ser invertidos en el bienestar general son desviados hacia los bolsillos de los corruptos. Este sistema de impunidad debilita los esfuerzos que se realizan para fortalecer los sistemas de salud, educación, infraestructura y seguridad social. La consecuencia es que cada vez hay más pobreza y desigualdad.

Lo que sucede, hay que decirlo claramente, es que en el Perú la lucha contra la corrupción se hace sin una administración de justicia transparente.
Por ello, combatir la corrupción es un desafío complejo, pero esencial para liberar el potencial de los países pobres como el Perú. Esto demanda un compromiso firme de los líderes políticos y la sociedad civil, así como la implementación de medidas efectivas, como la transparencia en el gobierno, una justicia independiente y una prensa libre. ¿Será pedir mucho que los políticos sean honestos? ¿Los fiscales en el caso Odebrecht actuaron con honestidad? Y, por último, ¿qué papel jugó la prensa con relación al escándalo de Odebecht?
Esa corrupción institucionalizada fue una de las condiciones que llevaron a los ciudadanos a elegir presidente de la República a alguien como Pedro Castillo Terrones, un maestro rural devenido en sindicalista de extrema izquierda, que pregonaba durante la campaña electoral “No más pobres en un país rico”. Así, este aventurero sin escrúpulos llegó a lo más alto del Estado, con el apoyo de la izquierda marxista, el progresismo lumpen y los desconcertados y tontos útiles de siempre.
Castillo Terrones llegó al gobierno, benefició a sus familiares y amigotes, mientras trataba de encaminar al país al comunismo, acompañado por Vladimir Cerrón, líder de partido político Perú Libre, hoy prófugo de la justicia por cargos de corrupción.
Castillo y Cerrón representan a esta casta política que ha bloqueado el potencial económico y social de nuestro amado Perú para brindar un mejor futuro a nuestros compatriotas. La erradicación de la corrupción no es una tarea fácil, pero es un paso necesario para alcanzar un desarrollo sostenible y equitativo.
No olvidemos que tenemos más de veinte ex gobernadores regionales y exalcaldes prófugos y a muchos disfrutando de su libertad, gracias a un Poder Judicial que no actúa con la celeridad que todos queremos. Eso es lo que pienso y digo, con el perdón de los adefesios.

Por Óscar Becerra Tresierra

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