Chulla Chaqi
Estos hermosos y raros cactus crecen en muchos lugares. Uno de ellos es la ruta interoceánica Nazca-Puquio, al finalizar la serpenteante cuesta, se les divisa a lo largo de los sinuosos caminos. Allí se les ve siempre de pie, saludando a cuanto pasajero pasa por ahí. Allí están con su extraña belleza, cuidando el camino, cuidando los sueños de los viajeros; allí están como una báscula sopesando el trance entre la costa y la sierra; allí están mirando el horizonte, con esa mirada que solo los dioses de los desiertos y las montañas de los Andes entienden. Normalmente siempre están pasándonos la voz, con los brazos extendidos listos para darnos un abrazo. Por eso debo confesarles que muchas veces intenté acercarme para conversar con ellos. Cuántas veces quise confiarles mis penas y mis sueños, cuántas veces quise abrazarlos. Cuanto más me acercaba, se agigantaban; cuando ya estaba a su lado temía a sus espinas, pero sentía que estas apenas eran delicados pétalos que sonreían y me acariciaban, ahí me di cuenta que también a ellos se les eriza la piel cuando las personas tienen algo de humanidad.
Mientras retornaba, de mi último viaje, quise pasar de incógnito y cruzar sus dominios sin saludarlos. De pronto en el cielo se esparcieron sus lágrimas y los vientos lloraban con ellos. Sí, pues, sentí culpa y me pesaba el alma. ¿En qué momento me atreví a ignorarlos? ¿Cómo se me ocurrió cruzar sus campos sin saludarlos y sin despedirme? Ahora entiendo cuán sensibles son ellos, no mirarlos es como herirlos con las más filudas hachas, es como si buscáramos hacerlos cenizas con lluvia de fuego. Pero ellos entienden tanto arrogante desprecio y siguen y siempre apuestan por que un día se les entenderá. Ahí seguirán cuidándonos, reservando cada uno de nuestros sufrimientos, haciendo todo lo posible para calmarnos y alentarnos para enfrentar esta vida de mejor manera.
Los Chulla Chaqi no solo tienen la sabiduría para capear las más crudas condiciones ambientales, toleran el calor extremo y la falta de agua, por ejemplo, ellos tienen además un corazón gigante y saben guardar el secreto de todos los viajeros quienes les confían sus penas, alegrías, sufrimientos y sueños. Seguirán ahí en medio de los hermosos campos, en ese trance donde el arenal de pronto se convierte en montaña, y desde el borde de los caminos, con una serena, sabia e infinita paciencia, buscarán acercarse a nosotros para saludarnos con la mirada fija en nuestros ojos; allí seguirán replicando el latido de nuestros corazones; allí seguirán como eternos guardianes y promotores de nuestras vidas.
La próxima vez que los vea en los caminos, salúdelos. Sentirá una sensación especial y particular, mientras viaja se sentirá cuidado y protegido por el hermano mayor que optó por vivir en esos caminos.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.