Carlos Zúñiga Segura, es eterno
La inusual llovizna en Lima nos trajo la triste noticia de la partida del poeta y gestor cultural huancavelicano Carlos Zúñiga Segura. En sus innumerables libros quedan plasmados sus sueños, su trajinar y el reflejo de su propia vida.
La poesía fue la razón de su vida. Lo llevó a recorrer todo el país y cruzar nuestras fronteras representándonos. Por eso, la poesía de Carlos Zúñiga hay que disfrutarla como si estuviéramos acompañando al cauce de las aguas que brotan de los puquiales que adornan el inmenso prado de su tierra natal, su Pampas querido. Cuando lo entrevisté hace algunos años me confió que su primer verso lo tomó prestado del paisaje de su pueblo y después de meditar en silencio fue todavía más enfático: “mis poemas están cultivados con mucho sacrificio pero con mucho amor, tal como lo hacen mis paisanos campesinos de mi provincia de Tayacaja”. Sus poemas tienen ese toque que sabe al campo, aroma a flores silvestres, tiene la melodía del trinar de las aves que se posan sobre el horizonte, están subrayadas con el relieve que dejan las nubes cuando descansan sobre las cumbres, llevan el sello de los amaneceres en tiempos de cosecha y de atardeceres en temporada de sembrío. También lleva el dolor de las temporadas de sequía y de las bravas respuestas con las que la naturaleza muestra su descontento con el hombre.
Pero Carlitos, como lo conocíamos todos, era un tipazo de otra estirpe, un fuera de serie forjado al calor de todos los retos posibles cuyo temple es comparable solo el de las piedras azules que habitan en el corazón de los pueblos del Ande. Solo así se explican todos estos años dirigiendo la emblemática revista “La manzana mordida”, la publicación poética sobre haikus “Bambú”, escribiendo poesía de alto nivel y organizando eventos culturales en todo el país.
Era un concurrente incansable a las ferias de Libros y de cuanto evento cultural. En la última edición de la Feria del libro lo echamos de menos. Nos preocupó su quebrantada salud. ahí nos dimos cuenta de que el vino con que brindamos ya no sabía bien. Entonces nadie sospechó que no volveríamos a abrazarnos con él. Pero la vida es así, nos asesta golpes que quiebran y hacen añicos al corazón. Sin embargo, a Carlitos lo recordaremos como a quien se atrevió a juntarnos para disfrutar de su buena literatura y de largas horas de agradable charla cual clases magistrales sobre todos los temas con los que el hombre busca ser más humano. Con él no había pierde, siempre daba alegría despedirse abrazándole.
La obra de Carlos Zúñiga, el orgulloso huancavelicano, trascendió hace tiempo y su vida es ejemplo para las futuras generaciones, la cimentó en horas de sacrificio. Por eso, su partida es puerta gigante que muestra el inmenso camino que recorrió y lo resumió en sus libros para legarnos y nos sintamos más orgullosos de nosotros mismos y de nuestros pueblos de dónde venimos.
Que te sean leves los versos de este inmenso dolor, querido poeta.
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