Canto de ballena negra
Este bello poemario es un recorrido por mares dibujados en las alturas cuyas atrevidas olas son heraldos de dulce lamento y de nueva luz. “Canto de ballena negra” de la poeta Noraya Ccoyuri es historia que flota, que navega mar adentro, que nunca envejecerá, es historia que estremece. Aquí la ballena negra es una invitada en ese inmenso mar que es apenas un espejo donde la vida adquiere otra dimensión. La poeta, cual piloto del propio viento que recorre mar adentro, plasma versos sobre esa inmensa sábana donde es posible tatuar versos como si sembráramos semillas de colores y esperar que broten en la majestuosidad de sus olas. La poeta no se empequeñece ante la inmensidad de los problemas y da vida a la ballena negra, la hace entonar a viva voz y hace que sus versos no naden sino alcen vuelo, ella sabe que “El crepúsculo llega / con su llovizna partida, / la ballena negra / canta sus últimas notas / de playas y aguas perdidas”.
Este canto sigue la ruta del corazón en silencio, en absoluto silencio, tomado de la mano con las heridas impregnadas en las grietas en donde pretenden seguir escondiendo el lamento y dolor de este mundo que presentan como si fuera el arco iris, pero que apenas tiene el color de su pesada sombra: “Al despertar, / me encontré en los primitivos abisales de mi memoria, / bajo toneladas de aguas oscuras / y pesadillas de sal”. La poeta entiende que navegar en la profundidad de los mares es un viaje en mundos desconocidos, pero te da la oportunidad de ver el brillo de la aguja, tomarla y utilizarla para zurcir los viejos problemas de este mundo que son otros mares por donde el canto de su ballena negra transita. En ese viaje, la poeta declara con sus versos su apuesta por este mundo, su apuesta por la vida.
El poemario lo conforman tres partes bien marcadas: “Varamientos”, “Cantos azules” y “Playa desierta”: aquí los versos hacen sinergia cuyo poema final es canto, es himno, es bandera, es pan, es corazón, es sueño, es vida. Su escritura es “un refugio cavernoso / de agua y silencio”. En suma, es luz que viaja erosionando piedras y sombras, es luz que busca ser faro permanente. Por eso, celebro la poesía de Noraya Ccoyuri con la misma alegría del crepitar del rocío en la alborada; celebro esta nueva voz que viene con la frescura de las aves de fuego, de las aves que hacen polvo a las jaulas.
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