Blah, blah y baba
Martín Vizcarra asumió la presidencia en marzo de 2018 y recién el último miércoles presentó su política general de gobierno. El ‘lector’ fue el premier Vicente Zeballos y pasó casi desapercibido de no ser por las críticas a la vacuidad de las propuestas. El congresista Juan Sheput escribió en Twitter: “un mensaje plagado de generalidades, frases de cliché e intenciones […] Una portátil dio el marco de aplausos para el show”. Sheput cuestionó que fuera presentado en Palacio de Gobierno, pues es “otra señal inequívoca que no hay separación de poderes”. De hecho, no la hay, pues Vizcarra cerró el Congreso.
Los gobernantes deben comunicarse con claridad, coherencia y tocando las fibras sensibles de la gente. Nadie quiere promesas sino entusiasmo y sinceridad en lo que se hará realidad. La ciudadanía necesita algo de literatura espléndida en los mensajes de sus autoridades, imágenes, metáforas, como las de Alan o las de Belaunde. Nada de eso hubo, solo el pantano de las babas. “Necesitamos fortalecer las capacidades de los Gobiernos regionales y locales”, dijo Zeballos. ¡Vaya novedad! Y otra: “Para nuestro Gobierno la lucha contra la violencia a la mujer ha sido una prioridad”; y lo dice uno que durante 24 años no reconoció a su hija. Ajá esos nos gobiernan. Lo leído por el premier parecía una carta a Papá Noel: “Actualmente, la inversión pública en salud mental es el 1,9 % del sector salud, queremos que llegue al 6 %”. ¿Queremos? Los gobiernos no “quieren”, simplemente presupuestan y ejecutan. Ese tipo de blah-blah-blah ‘burrocrática’, sin duda, inspiró “Es la Baba” al vanguardista poeta argentino Oliverio Girondo: “/…/la baba doctorada,/que avergüenza la felpa de las bancas con dieta/…/La baba tartamuda,/que contempla el desastre a través del bolsillo”.
César Hildebrandt escribió sobre la letanía: “Es como si Zeballos solo quisiera ser tocado por la magia del futuro, de lo que queremos que suceda. Decidir sobre Tía María es gobernar. Hablar del gobierno digital de las décadas venideras es distraer a la platea”.
No podemos esperar grandes discursos de un gobierno encabezado por un gris, rodeado de asesores mediocres con egos inflamados. Digo, no escucharemos algo similar a la excelsa metáfora de Gabo sobre la soledad de América Latina al recibir el Nobel; ni una gota de González Prada pensando al Perú con dureza, repudiando lo establecido y la corrupción; menos aún a un Cicerón preguntándose “¡Oh dioses inmortales! ¿Dónde estamos? ¿En qué país vivimos? ¿qué gobierno es este?”
Exacto, ¿qué gobierno es este?
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