Azuzar
Azuzar es una palabra que significa: incitar, irritar y estimular. Ello lo realiza una persona contra otra: la primera persigue disparar la acción de la segunda, que será objeto pasivo de la voluntad de la primera.
Quien azuza, pretende lograr la acción física del azuzado y, por ende, convierte a este en piernas, brazos y fuerza de lo que desea hacer, vía la incitación para modificar la realidad material externa.
El azuzador sólo entrega pensamientos y palabras, su análisis o forma de pensar o una mera conclusión que es presentada como “la verdad”. El azuzado, es quien se enfrenta y arriesga, mientras el azuzador nunca arriesga nada.
Los discursos bélicos, por ejemplo, suelen impeler a la acción antes de una batalla. Podría decirse que líderes, como San Martín, Sucre o Cáceres, azuzaban a sus soldados y los lideraban; pero los azuzadores, se quedan detrás, miran lo que sucede y comentan.
Apoyar y esperar muertes: El “apoyo” del azuzador, en la distancia y la comodidad, alaba la actuación de los azuzados y los estimula, aplaudiendo su acción: son los “azuzadores de balcón”. Ellos piensan que una protesta no basta: es insuficiente y se necesita más.
El azuzador de balcón, promueve la violencia, la defiende y justifica, pues considera que genera resultados. Lo suyo, por tanto, no es concientizar ni motivar con el análisis, ni hacer pensar sino motivar a la violencia.
Para ellos todo vale, pues considera que el fin justifica los medios; y desconsidera totalmente la vida y la salud de las personas que movilizan. En realidad, solo les interesa que se produzcan muertes.
Al azuzador de balcón le alegran los baños de sangre o las muertes, pues las aprovechan para incitar a mayor violencia todavía. Y usan de los muertos para atacar moral y políticamente a sus adversarios, vía endilgarles la responsabilidad por tales muertes.
Azuzar sin creer en la vida: La vida humana se respeta, resguarda y protege en nuestra cultura, por variados fundamentos: unos desde la conciencia de su dignidad, otros desde el valor religioso de considerarla un don divino o por alguna otra concepción trascendente.
Sabemos que, para la concepción ideológica materialista, la vida humana carece de trascendencia y valor y, por ello, sin asomo de duda, han sabido sacrificar millones de vidas en la Rusia soviética, en China o en Camboya.
Tal concepción materialista está muy lejos de la afirmación kantiana de que el ser humano nunca puede ser objeto ni medio, sino que es un fin en sí mismo.
Hemos visto morir a muchos peruanos y las investigaciones determinarán, en cada caso, por qué sucedió ello; y es obvio que, si hubo disparos dirigidos a matar u órdenes concretas para ello, deberán establecerse responsabilidades y sancionarse a los autores.
Lo que está fuera de toda duda es que aquella violencia destructiva en todo sentido, fue iniciada ex profesamente por azuzadores profesionales que pretendieron siempre las muertes de algunos azuzados, y se aprecia que han configurado con ese accionar un despreciable y canallesco oficio.
Por Pedro Angulo
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