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Adictos a la aprobación

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Fecha Publicación: 18/06/2024 - 21:50
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Desde que nacemos la sociedad nos va dirigiendo a situaciones con el fin de agradarle a la gente. Así tratamos de hablar bien, vestirnos de moda, etc. y sin que esté mal, pero sin darnos cuenta nos vamos convirtiendo en adictos a la aprobación y eso nos introduce en una trampa de la cual no es muy simple salir.
Un ejemplo claro de ello son los políticos, a quienes siempre los estamos mirando con un lente de aumento, desde cómo se viste hasta cómo y dónde pasan sus vacaciones, está claro porque se trata de un personaje público.
Hay gente que se casa con alguien por el qué dirán y no quedarse soltero/a, les dicen es un “buen partido”, pero ¿se casaron con alguien bueno?
La presión social hace que se embarquen en una vida que quizá no querían, ojo que hoy la vida está llena de gente que hace cosas que no les gusta o nos le da placer.
Esa nube de testigos se transforma de la noche a la mañana en quienes guían nuestras decisiones, nos convertimos en adictos a la aprobación.
Pero al margen de ello, esto sucede porque nos sentimos con derecho a opinar de la vida de otra persona, hemos llegado a tal punto que la gente se apropia hasta de tu físico y opinan cómo debes lucir. En resumen, a diario estamos ante una nube de testigos que nos están mirando y opinando sobre cómo nos comportamos.
Debemos estar conscientes que aquellos que nos miran u opinan, no determinan lo que debemos hacer con nuestra vida, no les regalemos ese poder.
Por ejemplo, el Rey Herodes, era un adicto a la aprobación, fue gobernador absoluto del imperio romano, construyó los edificios arquitectónicos más grandes, imposibles de superar.
Pero Herodes era un hombre que le daba demasiada importancia al qué dirán hasta el punto que hizo decapitar a su amigo Juan el Bautista, y ordenó la crucifixión de Jesús porque “la gente se lo exigía” y se lavó las manos tratando de “lavar su culpa”. Su vida es un ejemplo claro que su debilidad fue la presión social, y en lugar de ser recordado como magnánimo se convirtió en un insecto.
Pero cuál es la fuente de la adicción a la presión social, son solo tres palabras: miedo al rechazo.
Este miedo permite que te manipulen y dejas de ser la persona que debes ser para cumplir deseos ajenos, si no pregunten a los publicistas que la tiene clara: compra este producto sino no eres nadie, es su máxima.
El tema es cuando buscas agradarle a todo el mundo, te conviertes en un ser muy vulnerable y por ello, no puedes decir la verdad por temor a ser rechazado.
Por ello, recuerda que es siempre mejor hacer lo que dicta tu conciencia, tu corazón y lo que te hace feliz, antes de intentar agradar a los demás solo por caer bien, ¡te esforzarás en vano!. Pero sobre todo recuerda que ni Jesús siendo quien es, pudo agradar a todos.

(*) Periodista y sociólogo

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