Rodrigo Paz asumió el poder en Bolivia y desbarató las falsas promesas socialistas sobre el gas y litio: sus cuatro retos inmediatos

Rodrigo Paz Pereira juró como presidente constitucional de Bolivia y prometió iniciar una nueva etapa en la historia política del país tras dos décadas de dominio del Movimiento Al Socialismo (MAS).

En la ceremonia solemne celebrada en la Asamblea Legislativa, el vicepresidente entrante, Edmand Lara, tomó juramento al nuevo mandatario, quien recibió la banda y la medalla presidencial ante jefes de Estado de la región y más de 50 delegaciones internacionales.

El líder del Partido Demócrata Cristiano (PDC) asumió el mando en medio de una compleja coyuntura marcada por la crisis económica, la polarización política y las tensiones diplomáticas.

“Basta de ideologías que no te dan de comer. Lo que te da de comer es el empleo, la producción y el respeto a la propiedad privada”, declaró Paz en su primer discurso, con tono directo y confrontativo hacia los gobiernos de Evo Morales y Luis Arce.

“¿Dónde está el gas? ¿Dónde está el litio?”, preguntó desde el estrado, recordando las promesas incumplidas de riqueza energética y minera.

Con esa frase, el nuevo mandatario cuestionó los anuncios de abundancia de recursos naturales hechos durante los gobiernos del MAS, que —según dijo— “mintieron al pueblo”.

Recordó que el pozo Boyuy X-2, que en 2019 el entonces ministro de Hidrocarburos, Luis Alberto Sánchez, calificó como un “mar de gas”, se declaró no comercial meses después.

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Paz recibe un país con una economía debilitada por la caída de la producción de gas natural, el desabastecimiento de combustibles y la falta de divisas.

En 2014 Bolivia exportaba más de 60 millones de metros cúbicos de gas diarios; hoy apenas alcanza la mitad. Las reservas de hidrocarburos y litio se convirtieron en temas centrales del debate económico. “Nos dijeron que íbamos a nadar en gas, pero hoy importamos diésel y carecemos de dólares”, enfatizó el presidente.

Para enfrentar la crisis, el mandatario inició contactos con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la CAF, organismos con los que busca estabilizar las finanzas nacionales y reactivar la producción.

En política exterior, Paz anunció un viraje total. Confirmó que priorizará vínculos con economías democráticas y dejará atrás las alianzas ideológicas. Su exclusión de los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela en la ceremonia de investidura marcó el distanciamiento definitivo del bloque bolivariano, lo que provocó su suspensión del ALBA.

Paz también propuso restablecer el diálogo con Chile, interrumpido desde 1978, y afirmó que “el espíritu también tiene que dar de comer”, en referencia a su intención de fortalecer los lazos comerciales sin abandonar el reclamo histórico de salida al mar.

El nuevo presidente enfrenta además un escenario complejo en materia de seguridad. La expansión del crimen organizado, con la presencia del Primer Comando de la Capital (PCC) y del narcotraficante uruguayo Sebastián Marset, mantiene bajo presión a las autoridades.

En el Congreso, su partido lidera sin mayoría absoluta, por lo que deberá negociar con otras fuerzas políticas. El expresidente Jorge 'Tuto' Quiroga ofreció “una oposición constructiva”, mientras que el empresario Samuel Doria Medina, de la alianza Unidad, prometió respaldo para garantizar la gobernabilidad.

Con un discurso cargado de simbolismo y acción, Rodrigo Paz abrió una nueva etapa para Bolivia, en la que la reconstrucción económica, la transparencia institucional y la reconciliación política marcarán el rumbo de su gestión.

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