La politización de la justicia: señalan que estamos gobernados por unos narcisistas
El Dr. Gerardo Eto Cruz confía en que nuestra democracia tiene sus mecanismos para preservarse de males “cancerígenos”.
El constitucionalista y estudioso académico, Gerardo Eto Cruz, exmiembro del Tribunal Constitucional, nos habla acerca de la politización de la justicia en nuestro país. Detalla que hay situaciones preocupantes que se deben abordar con prontitud y el tema es integral, incluso pasa por la calidad de gobernantes que elegimos los peruanos, por lo que, tras la búsqueda de tiempos utópicos, también venimos experimentando distopías, sumado a que el ‘fantasma’ del comunismo viene poniendo en aprietos a nuestra débil democracia.
Doctor, la reciente controversia entre el Congreso y Junta Nacional de Justicia ha permitido que todas las miradas estén puestas sobre el Tribunal Constitucional. ¿Eso demuestra que nuestro sistema de justicia está en crisis?
No debe llamarnos a preocupación, porque una de las atribuciones y competencias del Tribunal Constitucional es resolver problemas de dos naturalezas, los procesos de inconstitucionalidad y los problemas derivados de los conflictos de competencia. Entonces, en estos momentos, parte del centro de gravitación de la crisis política en el país es por los conflictos que existen en la estructura del poder político.
El poder político es uno solo y tiene diversos órganos. Cada órgano tiene sus atribuciones, sus prerrogativas competenciales, que es lo que está ocurriendo, que un órgano se inmiscuye en el otro, o no lo deja desarrollar las atribuciones que tiene y se generan estos conflictos.
Y eso es parte de la etiología de la crisis política que, cronológicamente, podríamos decir arranca desde que don Pedro Pablo Kuczynski ingresa a gobernar.
El Legislativo, con la carga del fujimorismo, empezó a denostarlo y luego se desencadenó lo que dicen los mexicanos un ‘desmadre’, hasta la fecha.
Pero también es bueno que se tenga en cuenta que a nivel planetario hay un estado de crisis en todo el mundo.
Se está viviendo lo que el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman desarrolló como la teoría del estado de crisis, que es una especie del paciente enfermo y el médico no sabe cómo reaccionar porque hay una incertidumbre. Y esta incertidumbre viene generando conflictos bélicos, etc., dentro del reordenamiento mundial.
Pero otra cosa es la crisis de los Estados, que es lo que tiene y adolece América Latina. Y en el Perú hay un problema muy sui géneris, que muchos órganos del Estado se encuentran enfrentados entre sí y eso afecta la gobernabilidad.
Y ahí tenemos pues que muchos de esos casos son derivados al Tribunal Constitucional para que lo resuelva, de tal manera que se está convirtiendo en el centro neurológico de mantener y preservar nuestra democracia constitucional republicana. Dado que los que son los titulares de los demás órganos del Estado no están a la altura de las atribuciones que le ha dado el estado.
Usted señala que estamos viviendo tiempos distópicos...
La distopía fue acuñada por John Stuart Mill, que fue un filósofo inglés, hace casi 180 años, en un discurso parlamentario. En contraposición, a lo que Tomás Moro acuñó la palabra utopía, que es el mundo deseable. No existen mundos utópicos, pero el ideal en las democracias republicanas es que existan utopías mínimamente realizables.
Por ejemplo, la JNJ está politizada a través de muchos de sus miembros, al igual que el Ministerio Público y parte del Poder Judicial, una concepción ideológica al que la prensa y los políticos llaman el sector caviar y su meta es llegar a cubrir el Ejecutivo en las elecciones. Y ya hemos tenido la experiencia de Pedro Castillo, que fue un salto al vacío. Y hay que tener mucho cuidado en ello.
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