La dictadura velasquista amordaza a la prensa
Mario Castro, Alfonso Baella, Guillermo Cortez Núñez, Óscar Díaz y Doris Gibson salen con rostro cubierto como protesta.
Producido el golpe militar que derrocó al presidente Fernando Belaunde Terry, el 3 de octubre de 1968, demócratas de los cinco continentes alzaron su voz de protesta.
La dictadura no pudo silenciar a la prensa peruana y menos a la critica incesante de periodistas íntegros como Alfonso Baella Tuesta (El Comercio), Mario Castro Arenas (La Prensa), Guido Chirinos Lizares (Última Hora), Luis Loli Roca y Manuel D’Ornellas Pardo (Expreso). Ninguno era encasillable, no vendían su conciencia ni su pluma. Aún la “mermelada” no era el elíxir de quienes dirigían los medios de comunicación.
En el caso de EXPRESO, Loli y D’Ornellas diariamente punzaban a la dictadura por sus actitudes fascistoides y las ventas del periódico, que nos trae a la memoria al “New York Journal” de William Hearst - el gigante de la prensa estadounidense-, subía como la espuma hasta alcanzar un tiraje de 240 mil ejemplares diarios.
Sus editoriales era referencia para analistas internacionales, originando el descrédito del velasquismo y psicosis en la Casa de Pizarro.
“ESTATUTO DE PRENSA”
Es entonces que Augusto Zimmerman Zavala -‘El Flaco’ para sus íntimos-, quien, según decía, “estaba dispuesto a morir por la revolución” habría señalado al general EP Juan Velasco Alvarado que Manuel Ulloa Elías, accionista mayoritario de EXPRESO y EXTRA; los Miró Quesada, dueños de El Comercio; los Beltrán con La Prensa y Última Hora, y Doris Gibson Parra del Riego, con la revista Caretas, venían torpedeando a la “ revolución” y que había que terminar con esa amenaza.
Es así como el 29 de diciembre de 1969 se puso en vigencia el “Estatuto de Prensa” por Decreto Ley N° 18075, poniendo limitaciones a la difusión de hechos que acontecían en el país.
A partir de esa fecha la cúpula golpista y sus esbirros fueron intocables. Los atropellos, abusos y malos manejos habían sido blindados y, por otro lado, los periodistas quedaron al borde del cadalso y en espera de ser guillotinados si osaban criticar las absurdas medidas de la dictadura o acciones de corrupción de cualquier funcionario de la “revolución”.
Censurar los desatinos de esa burocacia dorada podía mandar a la cárcel al autor de la información por no menos de cuatro meses y pagar multas entre 10 y 100 mil soles. Si carecía de los recursos para cancelar la multa quedaba inhabilitado hasta que la cancelase.
Imperaba el abuso, al extremo que los “contrarrevolucionarios” -como se llamaba a los opositores a la tiranía- no podíamos valernos de la figura jurídica del “exceptio veritalis”, vale decir demostrar la seguridad o prueba de lo que se afirmaba.
De otro lado, la publicación de un documento que era considerado “confidencial” o “reservado” exponía a pasar tras las rejas un mínimo de tres meses. Igualmente, los responsables de la difusión de avisos que, a criterio de los asesores palaciegos, constituían un riesgo para la estabilidad económica de la “revolución”, se les obligaba a pagar una multa equivalente a diez veces el costo de la publicación.

“SOFOCLETO” Y “CHIPI NOPO”
Corría la segunda quincena de diciembre de 1968 cuando el genial Luis Felipe Angell de Lama “Sofocleto”, en una de sus habituales columnas en EXPRESO, publicó las peripecias de un nuevo personaje: “Chipi Nopo”.
Velasco, al enterarse que se refería a él por versión de uno de sus lacayos, habría dado un golpe en su escritorio y ordenado al general EP Armando Artola Acarate, entonces ministro del Interior, que viese el modo de detener al escritor.
Al día siguiente Angell de Lama fue detenido en momentos que iba a viajar a Caracas (Venezuela) a visitar a unos familiares. Agentes de Seguridad del Estado lo capturaron en el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez y lo llevaron directo a la carceleta de Palacio de Justicia.
Allí se le informó que su detención se debía a no haber cumplido con un trabajo encomendado por la desaparecida Cámara de Diputados. Una vez ante el juez y luego de varios días “Sofocleto” volvió a circular por las calles de Lima. y continuó publicando sus leídas columnas, dedicadas especialmente a su acérrimo enemigo político Héctor Cornejo Chavez, destacando la que con total sarcasmo tituló: “Corneto in Memoriam”, que no es otra cosa que una carta dirigida a los directores del Instituto de Higiene, Zoológico de Barranco, Sociedad Protectora de Animales y similares.
En ese escrito lamenta la muerte del “Gato Corneto” fallecido de “intoxicación cerebral mientras releía uno de sus propios discursos”.
Señaló más adelante: “Sostengo la teoría de que el ‘Gato Corneto’ se suicidó deliberadamente, fracasado su último intento de trepar primero y de traicionar a la Revolución, después sostengo que como último esfuerzo y en alianza con descalificados personajes del otro equipo y el chantaje, Corneto quiso morir vengándose de la sociedad (...) Gato antipático, tramposo, canallita y pintoresco, amén de chusco y perfumado de berrinche de un solo viaje, hasta el fondo del pozo. Descansa en paz... gato de porquería”.
Según algunas fuentes, entre ellos el desaparecido periodista Jorge Moral Silva Satistevan, que era cercano a Palacio de Gobierno, uno de los primeros en acercarse a Velasco y agradecerle por la creación del “Estatuto de Prensa” fue precisamente Cornejo Chávez.

MANOJO DE NERVIOS
Por su parte, Zimmermann en la página 164 de su ensayo “Camino al Socialismo”, cuenta que una noche lo visitó Héctor Cornejo Chávez en su casa de Miraflores, hecho un manojo de nervios, para contarle que se había enterado que en la edición del suplemento “Suceso” del diario Correo, Angell de Lama iba a publicar una de sus acostumbradas columnas dedicada a él.
El fundador del desaparecido Partido Demócrata Cristiano le habría dicho con voz entrecortada: ”Ya no solo se mete conmigo, se mete con mis hermanos. Yo no estoy dispuesto a aguantarle a este desvergonzado que mancille mi honor. Estoy inclusive dispuesto a pegarle un tiro y asumir las consecuencias. He venido para que le pidas al general Velasco que evite la publicación porque de lo contrario tomaré la justicia por mis manos (...)”.
Como sabemos “Sofocleto” terminó deportado y volvió al Perú junto con Manuel Ulloa cuando el general EP Francisco Morales Bermúdez, compañero de ambos en el colegio jesuita La Inmaculada, llegó a Palacio de Gobierno.
"REVOLUCIONARIOS"
El diario oficial El Peruano publicó los nombres de los periodistas “revolucionarios”: Violeta y Gustavo Valcárcel (Novosti de la URSS), Edmundo Cruz (dirigía Unidad y luego fue a La República), Francisco Moncloa (a quien dieron EXPRESO), Francisco Landa, Owen Castillo y otros.

PRONUNCIAMIENTO
Un grupo de periodistas nos pronunciamos en contra de aquel “comunicado” de quienes después se convertirían en los perros mastines del dictador. El 4 de enero la Central General de Trabajadores del Perú (CGTP) aprobó la “ley mordaza”, recibiendo el respaldo del Partido Comunista del Perú (PCP) y el Partido Demócrata Cristiano. Acto seguido, la FPP y la ANP, con el respaldo de Luis Bramont Arías, decano del CAL, presentaron un recurso de hábeas corpus que finalmente fue rechazado.
POR: CÉSAR REÁTEGUI
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